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Una de las historias del Ajedrez | Literatura mínima

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Tengo el rostro pegado al piso. La inmensidad es en parte diminuta, con figuras tiradas en un tablero de ajedrez; otras que corren a lo lejos. Huele a polvo. Humo se alza del piso. Levanto la cara con cautela, con una lentitud inmensa, como si mi cuerpo pesará muchísimo; tal y estuviera lleno de cemento.

El sonido poco a poco, comienza a cobrar forma en mis oídos. La escena silenciosa al principio adquiere color, forma. Las figuras derribadas sobre el tablero, no son peones y alfiles, como al principio de esta escena pensé, sino personas. Gente que corre de un lado a otro, lanza alaridos, enloquece. Desde mi posición en el piso, veo el caos desplegarse. Como un telón de fondo el ruido de las ambulancias, gritos. He perdido la mochila  y no la encuentro a mi lado. Hombres a caballo arremeten contra la multitud, a lo lejos las torres, un rey sonriente.

Cuando estoy de pie, me encuentro en un paisaje que no comprendo, abstracto desolado y triste… esto es la guerra sin duda, el campo de batalla se ha extendido más allá del tablero.

Alberto Roblest