By hola | Published | No Comments
Herencia Hispana
Dicen que el surrealismo existió antes que los surrealistas, otros afirman que no ha muerto y muchos estudiosos afirman que sólo “cambió de nombre, se ha rebautizado, se ha renovado, se ha adaptado a los tiempos, ha cambiado de piel…” lo que sea, que se pongan de acuerdo los expertos. Lo que si es un hecho es que hoy mismo están sucediendo al menos unas 30 exhibiciones relacionadas con este tema alrededor del orbe; lo mismo en Londres que en Nueva Zelanda, en Francia que en Los Angeles, y para no ir muy lejos en el MET de NY ustedes pueden visitar “Surrealism Beyond Borders”. El surrealismo es quizá uno de los primeros movimientos artísticos de índole global que pega muy fuerte en Latinoamérica para dejar su huella, no sólo en la pintura, la poesía y la escultura, sino más allá. César Moro es un ejemplo, tanto en la plástica como en la literatura, de esta herencia.
Poeta, artista plástico, viajero, inmigrante, editor y pionero en América Latina, César Moro (Perú 1903-1956) es un hombre de las Américas hoy por hoy vigente.
Alfredo Quíspez Asín nace el 19 de agosto de 1903 en la ciudad de Lima (1903-1956). En 1923 cambia su nombre a César Moro y dos años más tarde viaja a Francia. Durante su estadía en Francia conoce a miembros del movimiento surrealista como Benjamín Péret, Paul Éluard y André Breton. Participa en algunas exposiciones y publica distintos poemas en diferentes revistas surrealistas de la época. Moro regresa a Lima en 1933.
César Moro empleó, con mayor asiduidad, una praxis surrealista eligiendo, de manera muy creativa, el francés como lengua poética y buscando la metáfora vanguardista de términos alejados y la enumeración caótica como recursos para cuestionar la primacía de la racionalidad occidental. Moro es un gran poeta surrealista y a la vez un poeta visual. No resulta fácil escribir poesía de tanta calidad en una lengua ajena, o mezclar codigos visuales y poeticos en un mismo texto. Generalmente el uso del código literario exige al hablante un dominio de los aspectos prosódicos y rítmicos del idioma hasta percibir las eufonías y disonancias de este último, como dice Fernández Cozman.
Así, daba primacía al eje del deseo que se evidenciaba a través de una verdadera cadena de tropos interminables y de una apología del exceso y del paroxismo verbal. “Las tierras de tesoros. La estatua de noche de plumas de paraisitos salpicada con sangre de jirafas degolladas bajo la luna. El día inmenso de cristal de roca y los jardines del cristal de roca”.
Recordemos que hacia 1924, reinaba en América Latina un tufo de modernidad positivista no sin contradicciones hondas. Había, por ejemplo, una literatura burguesa culterana y decorativista con los Simbolistas –como en cierto creacionismo–, estremecida por las ráfagas de los futuristas como en el Estridentismo. Modelaba el “proyecto cultural” latinoamericano un tufo de afrancesamiento rancio con sus estéticas hegemónicas y un culto al saqueo “moderno” pleno de fiebres nacionalistas a destajo con trabajo febril de los aparatos burocráticos serviles para ayudar a sanar las heridas de los EE UU luego de su “crisis del 29” de acuerdo a Elguera Olórtegui.
Moro convenció a la artista chilena María Valencia, de paso por Lima, a que colaborara con él en una exposición no muy extensa, pero que iba a constituir la Primera Exposición propiamente surrealista del subcontinente en 1935. En ese país, el surrealismo estaba representado esencialmente por César Moro y Emilio Westphalen, quienes organizan la exposición mencionada, publican el primer y único número de la revista “El uso de la palabra”. Más tarde, a su retorno de México, Moro publicará otra revista “Las Moradas”.
En marzo de 1938, Moro viajó a México donde iba a permanecer por espacio de diez años. A pesar de la distancia que los separa funda con Westphalen la mencionada revista “El Uso de la Palabra”, en cuyo número uno y último escribe ˝a propósito de la pintura en el Perú˝ un artículo que la emprende con la entonces flamante ˝Escuela Indigenista˝ y la ˝miserable realidad˝, para acabar en este párrafo: ˝No propongo ninguna escuela en reemplazo de otra. Sólo quiero suscribir al postulado de toda licencia en arte (…). El arte empieza donde termina la tranquilidad. Por eso el arte quita-sueño está contra el arte adormidera˝.
En 1940 se organiza en México la Exposición Internacional del Surrealismo bajo la batuta de Cesar Moro, Wolfgang Paalen y André Bretón. El evento reúne obras de Pablo Picasso, Agustín Lazo y Salvador Dalí, entre otros muchos. Para entonces Moro ya es motor de influencias diversas en literatura como en arte plástico; Xavier Villaurrutia, Remedios Varo y Leonora Carrington son sus aliados en esta empresa. Sus collages no son sólo autorretratos, sino un ejemplo de su visión de una estética moderna, en el que el artista es sólo un paseante.
Sustituir lo puramente decorativo por un arte producto de los sueños y los insomnios. La obra de Moro es un ejemplo extraordinario de la confluencia del surrealismo europeo y las emanaciones vernáculas del espíritu rebelde latinoamericano, lo mismo en su plástica que en su poética.
Moro escribió parte de “La Tortuga Ecuestre”, uno de los poemarios más reconocidos en la tradición poética peruana contemporánea durante una estancia en San Luís Potosí mirando el cielo. “El agua cayendo lenta. Sobre el mundo. Junto a tu reino calcinante. Tras los muros del espacio. Y nada más el gran espacio navegable. El cuarto sube y baja. Las olas no hacen nada.”
Este poemario de César Moro, el único que escribió directamente en español, se publicó de manera fragmentada en distintas revistas; casi olvidado en su tiempo, inédito en vida del autor, su renacimiento en los lectores contemporáneos nos recuerda que la obra habla por el artista incluso décadas después.
César Espinosa
César Espinosa. Profesor, editor de publicaciones, promotor de poesía experimental, precursor e investigador mexicano autor de una veintena de libros y ensayos, creador de poesía visual y arte de la palabra.