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El Ontario: antes y después

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Enaltecemos nuestra Herencia Hispana y nos sumamos a la conmemoración del 12 de octubre en que se celebra el Día de los pueblos indígenas (Indigenous Peoples’ Day).

Hubo un cine en Washington DC. que por estos días cumpliría 70 años. Estuvo ubicado en el 1700 de Columbia Road NW y fue considerado el primer “cine de vecindario” en la ciudad, y en su momento fue todo lujo y esplendor. El “Ontario” se estrenó el primero de noviembre de 1951 con la película “Rhubarb” de Arthur Lubin. Diseñado por John J. Zink y Frederick L.W. Moehle, el teatro “capturó el espíritu de la época, la era de la automatización con sus formas geométricas llamativas y colores brillantes, así como la destacada carpa con borde de acero inoxidable que sobresale hacia la intersección en ángulo agudo de acuerdo con la esquina que forman la calle 17th y Columbia Road”.  

Photo en B/N courtesy of Cinema Treasures

Su locación en Adams Morgan resultó perfecta no sólo para los residentes locales, por su cercanía con la avenida 16th por donde corría el transporte en aquella época, sino para las personas que no deseaban entrar al Downtown en auto, donde estaban el resto de los cines. Sus 1407 butacas, su proscenio amplio y su gran pantalla lo convirtieron en uno de los favoritos del público por algo como una década. El historiador John DeFerrari escribe: “Varios estrenos en el cine Ontario fueron importantes eventos culturales. Más de 200 diplomáticos, congresistas, jueces de la Suprema Corte y otros altos funcionarios del gobierno fueron invitados al estreno en febrero de 1963 de Lawrence de Arabia”.

Dos eventos cambian la faz del vecindario; los disturbios que precedieron al asesinato del Dr. Martin Luther King, Jr., en abril de 1968; y el arribo de la primera ola de latinos -caribeños- que llegaron al área. Para 1970 y en respuesta al cambio demográficos que afectaba el vecindario, el cine “Ontario” comenzó a mostrar películas en español, ocasionalmente. Las primeras fueron “El Yaqui” y “Así Es Mi México”, ambas sin subtítulos en inglés. La programación de filmes en español aumentó y se convirtió en regular para ahí de 1977, y para los que lo recuerdan, afirman que era un evento de fin de semana, además de ir a la iglesia, claro.

La historia es esta: en 1977 Carlos Rosario, líder comunitario que jugó un papel decisivo en la formación de la Oficina de Asuntos Latinos de D.C. arregló un acuerdo y alquiló el “Ontario” los domingos, esto con la finalidad de que pudiera seguir proyectando películas en español una vez a la semana.

Quienes recuerdan esa época del Ontario, lo describen como un sitio más bien viejo, con goteras, con los baños descompuestos, ratoncitos y el audio que a veces fallaba. Al principio de 1980 los dueños del Ontario decidieron venderlo pues ya no resultaba negocio, y su reparación, de acuerdo a los arquitectos, demasiado costosa.

En 1980 Carlos Rosario compró el teatro con el objetivo de mantener los filmes en español el fin de semana. Por un periodo de tiempo el “Ontario” se convirtió en la sede de filmes mexicanos, argentinos, venezolanos, colombianos, chilenos, etc. Por el precio de un dólar; dramas, tragedias, historias de amor, pero también de venganza. Películas de luchadores, de vaqueros, de vampiros, pero también de karatecas y momias. Familias enteras se dieron cita en aquel sitio; llevaban sus propias pupusas, sus empanadas, sus tortas, y las comían mientras reían de Cantinflas. Por el periodo en que perteneció a Carlos Rosario, siempre atento a las necesidades sociales de su comunidad y percatándose de la ausencia de un sitio en donde los latinos pudieran escuchar música y bailar un poco, llegó a un acuerdo con un disc jockey local y cambió el rubro del lugar y lo mantuvo vivo hasta donde pudo.

Cine Ontario, Adams Morgan. Foto en B&N courtesy of Library of Congress

Volvió a cambiar de manos. El “Ontario” tuvo varias épocas; caídas de público, renovaciones, cambios de rubro, pero siempre sorpresas. Dicen que el estreno de “Apocalypse Now” fue apocalíptico; “había gente incluso de pie, y afuera una línea que daba la vuelta a la manzana esperando la siguiente función”. Bajo la batuta de Seth Hurwitz, dueño de lo que sería a la postre el 9:30 Club de la calle F, el “Ontario” se convirtió en auditorio, que digo, en una de las sedes musicales alternativas más importante para la juventud de la época. En la fachada del “Ontario” se dieron cita los novios, los amantes, los amigos y friendnemigos, pero también hordas de jóvenes new wave, punketos y rockeros. Por las tablas del “Ontario” pasaron un montón de bandas locales, pero también músicos famosos como The Village People, Blondie, New Order, U2, Police, R.E.M., the Ramones o the Clash, por mencionar a los más célebres. A eso de las dos de la mañana no era raro encontrar a dos chicas de pelos picudos color verde y chaquetas de cuero con tornillos, discutiendo a grito pelado.

Para cuando esto pasa Adams Morgan ya es el barrio latino, la presencia de los latinos es evidente, lo dicen sus tiendas, sus restaurantes, sus celebraciones, su gente, sus fiestas, la misa en español… el resto es historia.

Obviamente, ya se ha dicho, un vecindario es un ente vivo, como lo es una ciudad, donde todo cambia y está en proceso. En 1987 el “Ontario” es cerrado permanentemente, los inspectores dictaminan que su función como sede pública debe revocarse pues representa un peligro. Desde entonces, y hasta su demolición en octubre de 2013, el “Ontario” -que perdió su marquesina y sus letras poco a poco-, funcionó como tienda de descuento, farmacia CVS, pizzería, bodega y locación de un interesante mural de Byron Peck titulado “Las tres guacamayas” pintado en la pared trasera del cine y era una celebración a la diversidad… Aunque hubo reticencia de los vecinos, el mural fue derribado impunemente.

Hoy en día en el sitio donde estuvo el histórico “Ontario”, se erige un edificio de condominios, y en donde era el lobby del teatro, hay un hospital para perros.

Alberto Roblest