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Roque Dalton: condenado a muerte

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Dicen que la realidad imita a la ficción y no a la inversa. La vida del poeta pende de un hilo y él se apresta a rendir cuentas en esta tierra.dalton3 Ha dejado organizados sus últimos poemas en la caja que le sirve de mesa de noche, con la esperanza de que sus captores los entreguen a sus familiares con sus últimas pertenencias. Los barrotes de la celda proyectan líneas en las paredes de la mazmorra que le ha servido de morada. Los restos de su última cena descansan en un sucio y desgastado plato de peltre. En sus oídos un silencio denso y pesado, como si se encontrase varios metros bajo el agua, apaga los sonidos cotidianos de la prisión. Es un condenado a muerte. Su delito es ser un clandestino, un poeta, un luchador social, un inconforme con lo que su país está condenado a sufrir, uno que no ha aprendido a callarse la boca. A pesar de que imagina lo que le espera; que es la boca de una pistola en la sien y después la nada, pues no cree en el paraíso, se siente tranquilo pues su alma esta en paz consigo mismo y con sus ideales. Ha rechazado la visita del cura pues tampoco cree en la confesión ni en el perdón. Cuan largo es, se recuesta en el viejo camastro apestoso a sudor y a miedo, pues en este país el terror es el que gobierna. Cierra los ojos, piensa en el poeta Pablo Neruda también perseguido, escapado, izquierdista, también poeta. Han de ser las ocho de la noche o las nueve de la mañana que importa ahora ya. Le quedalton5dan apenas unas horas en este mundo, un montón de poemas que no han visto el papel, unos ideales que no han podido cuajar en los barrios en los que ha hecho trabajo de base desde que llegó del exilio. Aprieta las mandíbulas, los nudillos, su hombros se ponen tensos al igual que sus piernas; un torrente de imágenes desordenadas pasan por sus ojos, todas las injusticias que ha visto, las que le han contado las madres salvadoreñas de los desaparecidos, la barbarie que ha quedado plasmada en los diarios; el llanto de las viudas, de las hermanas y familiares de los muertos y encarcelados; el grito de los que sencillamente no pueden cerrar más la boca, dejar de participar en las marchas, en las protestas. Es entonces que se pregunta si acaso existe dios. Si hay algo más allá que el dinero y el poder… Entonces la tierra en un acto de justicia divina comienza a moverse, primero ligeramente, después más y más fuerte. Todo se sacude como deberían sacudirse la conciencia de los vende patrias, los traidores, los desalmados y abusadores. La mazmorra entonces parece desprenderse del piso, mecerse desde sus cimientos y sacudirse como un perro las pulgas. Los presos gritan, los captores se dan a la huida, los barrotes caen, las injustas condenas, el cielo de pronto es azul. Cuando Roque abre los ojos, no hay paredes, todo es polvo, llanto y escombros. Con una sonrisa en los labios de su esbelta figura y pensando en su buena suerte, se pone de pie y sale del perímetro de una prisión que nunca hubo de existir, o que si hubo de existir debió de ser en otro barrio y para otros criminales. Casas abajo, autos aplastados, paredes como naipes, grietas en el piso como los de una piel que exhalara un gran lamento. ¿Acaso es que la poesía pudo haber ocasionado aquel movimiento telúrico, las palabras? Preguntándose está, cuando justo al doblar en una esquina se integra a una procesión religiosa de un alguien que volvió de la muerte traicionado por uno de sus propios compañeros, de un alguien que siguió promulgando que los hombres somos iguales y que los tiranos deben ser castigados. Hasta aquí el reporte de guerra, la crónica que se cuenta.

¿Cómo salió del Salvador? Es un misterio. Pero dicen que la vida de  todos los poetas es un misterio siempre. El caso es que vivió otros diez años. Escribió libros, viajó, se enamoró y anduvo. Aunque el llamado de la patria y el deber del compromiso le hicieron regresar para reintegrarse al trabajo político una vez más… la última.

Esta vez no hubo temblor, procesión, juicio sumario, reporte de guerra… pero si traición,  sospecha y ejecución… y lo más vergonzoso, de sus propios correligionarios que acabaron con su vida de la forma más vil y rastrera…

¿Y la justicia? Bien gracias. “Te han llevado a enterrar casi a empujones / bajo un cielo de planta manchado de palomas. / Todo el mundo contento: en adelante / ibas a ser problema de la tierra, / larga semilla, sótano de la grama”. “Estamos con el pueblo, / porque antes, muchísimo antes que cotorros alimentados / somos pueblo. / Estamos con una rosa roja entre las manos / arrancada del pecho para ofrecerla al hombre”.

Feliz aniversario poeta Roque Dalton García.
(San Salvador, El Salvador, 14 de Mayo de 1935 – Quezaltepeque, El Salvador, 10 de Mayo de 1975)