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Desde una huertita en un quinto piso

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No soy del campo y nunca sembré una rosa para mi amor platónico de la preparatoria. Citadino de toda la vida compré mi comida en el super, o en la verdulería, así que sembrar es para mí un asunto nuevo, una sorpresa y una novedad. Esto es que nunca vi crecer nada vivo en casa más allá del perro, o un pequeño cactus que estuvo en la cocina por varios años y no creció mucho pues era un bonsái. El caso es que hace unos días coseché mi primera tanda de comida con las hojas de mis plantas, hicimos pesto, papas con eneldo y una salsa bien picosa con el cilandro fresco que cortamos con delicadeza.

No tuve que vestirme, viajar a otro barrio como cuando nos prestaron un jardincito de cultivo en Tenleytown y recolectamos jitomatitos. Nada, corté mis plantas en pijama y pantuflas, mientras bebía mi café.  

OK, dejen les cuento. 

En navidad al no tener a quien regalar, ni con quien intercambio regalos dado la pandemia, compramos un sistema de cultivo al interior mejor conocido como jardín hidropónico (hydroponic garden), esto no tanto por nuestro afán consumista bastante apaciguado, por cierto, sino porque recibimos una tarjeta de regalos y pues había que gastarla, que otra. ¿Qué cosa compramos? En un mundo de cosas, muchas de ellas basura y contaminación planetaria al final de su corta vida, nos llevó un tiempo en pensar. Al final decidimos por algo funcional que además nos trajera cierto beneficio, en este caso doce plantas que añadieran a nuestra comida vitaminas, minerales, sabor, aroma; otro ser vivo en casa, por aquello de la terapia y el estrés COVID que estamos padeciendo todos.

Al principio estuve renuente, pensé que la comida crecida en agua, en lugar de sembrada en la tierra a la luz del sol, sería desabrida y que las plantas tendrían sabor a pasto. Que equivocado estaba yo, las plantas saben deliciosas, creo que nunca comí algo tan fresco en mi vida, como les dije, soy citadino y gente como nosotros no sabemos de lo fresco pues mucha de la comida está refrigerada por meses antes de ponerse en los estantes. Allende si se vive en un quinto piso de un edificio viejo de Ward 1, como un servidor.

El jardín hidropónico

Esta forma de sembrar no es nueva, los primeros ejemplos de jardines de agua son los jardines de Babilonia, los jardines flotantes de China y las chinampas aztecas de Xochimilco. Su uso como jardines comestibles interiores tendrá a lo sumo 100 años y su masificación como “producto” (appliance) de cocina apenas poco.

Hoy en día en lugares de Europa han iniciado proyectos urbanos de tipo hidropónico bastante exitosos y ante la amenaza inminente de cambio climático parece ser el futuro de la comida en el planeta. En el interior de la estación internacional espacial, estos jardines hidropónicos permiten a los astronautas agregar jitomates frescos a su cena, hacer ensalada, morder una zanahoria o compartir col rizada mientras ven el Super Bowl. Y con la carrera espacial que se ha desatado, ya no sólo entre los gobiernos, sino entre corporaciones avariciosas que desean un pedazo de ese jugoso negocio de minería interestelar que representa Marte, la Luna y la galaxia entera, estos jardines, como aparece en la ciencia ficción, son el futuro para las próximas comunidades fuera de la tierra.

Alberto Roblest