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Cantinflas en VHS y la mini-biblioteca

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Durante lo más fuerte de la cuarentena cuando todos nos encerramos a piedra y lodo en nuestras casas y no fue posible ir al cine, al museo, ni a ningún lado; incluida la biblioteca pública, me puse triste. Y si no hubiera sido por la mini biblioteca que tengo a un bloque de mi casa, creo que el encierro hubiera sido peor.

Esa pequeña biblioteca pública (pues está accesible a cualquiera que camine por la calle), se convirtió, y continúa siendo un tipo de rescate, un alivio, sobre todo para personas que necesitamos leer, como en mi caso que soy un lector compulsivo… todos tenemos convulsiones, algunos a la comida, otros en la bebida, otros varios a los sitios web 3x, algunos más por las películas malas, los espectáculos banales, tonterías, etcétera. Lo mío es leer.

Por cierto, y aquí entre nos, leyendo sobre llevamos bastante bien el encierro en casa, y en cierta forma la pasamos entretenida, por decirlo y en lo que cabe, claro. Mi esposa es también lectora, gusta de las novelas de ciencia ficción y fantasía. Así es que pues nos dimos nuestro espacio y cada quien en su texto por algunas horas. Ya lo dice el retruécano: lector con lectora van bien y hacen buena platica de sobremesa.

Pero en fin, lo que en realidad quería decirles, es que esa pequeña librería es un alivio. Hace unos días me encontré unos casetes en VHS, formato por supuesto en desuso -por suerte conservo una máquina reproductora llena de polvo, pero que sirve-.

Es una colección de tres películas de Cantinflas. Un clásico del cine mexicano. Cantinflas, maestro de la demagogia, la retórica, el lenguaje, pero también de la comicidad. Fue casi todo un fin de semana disfrutando de sus filmes en blanco y negro, entre ellos el titulado “Un día con el diablo” (1945), dirigida por Miguel M. Delgado, que me pareció interesante. Resulta que este filme habla sobre la guerra, la metedura de pata, la pesadilla. Cantinflas, por uno de esos gazapos de la existencia, u equivocaciones que se dan en la vida, termina como soldado, lo confunden con otro y peor aún, termina yendo al frente, recordemos que estamos en ese momento al final de la Segunda Guerra Mundial, donde México, como parte de los aliados, colaboró con soldados, aviones, y médicos. Ya enlistado y haciendo ridículo del traje de soldado, marchas y saludos, como era de esperarse Cantinflas es un militar incompetente, lo ponen dentro de un tanque y casi mata a todo el contingente de generales, a quienes les dispara una bala antitanque, y esta acierta a dar en la casa desde donde sus superiores miran los ejercicios de la tropa, todo esto con un ritmo bastante irónico y satírico, aunque nadie muere.

Cantinflas, Un día con el diablo

“Un día con el Diablo” es una ojeada a la guerra, la violencia, y la brutalidad, pero también la comicidad y la estupidez involucrados. El soldado Cantinflas es más bien un pacifista que vende periódicos en la ciudad de México y nunca ha matado ni a una mosca. Dado que es una nulidad como soldado, termina de sirviente en la casa de otro general, donde vive también una chica hermosa, por supuesto, se trata de la guapísima Susana Cora. Cantinflas se enamora de la patrona, a pesar de las diferencias de clase, y para acabarla ni como criado funciona, aunque hace el intento y no tiene malicia. Es entonces que, haciendo tonterías se muere, va al cielo y emerge de un ambiente blanco, quien lo recibe es San Pedro, rodeado de ángeles -chicas guapas todas ellas, claro-. Con San Pedro no se lleva bien y por esas ocurrencias que suelen pasarle a Cantinflas, se da de lleno con el infierno, conoce al diablo, un tipo mal encarado y cruel… aunque sólo en apariencia, pues termina siendo su amigo, ambos la pasan mal; Cantinflas dueño de una gran labia, convence a su amigo de los cuernos en que lo regrese al cielo, pues está ahí también por confusión y además se muere de calor. El Diablo le da el pase -cómo sólo a pocos- y lo regresa al cielo, donde lo espera San Pedro, quien por no soportarlo pues habla mucho, lo regresa a la tierra.  “Un día con el Diablo” resulta una suerte de fábula, pero también de sátira en torno a la guerra.  

Como está previsto, una vez vistos estos clásicos del cine mexicano de la primera mitad del siglo XX, los devolveré a la pequeña biblioteca para que alguien más pueda retomar estos tapes, verlos y regresarlos. Celebro la idea de la pequeña biblioteca, donde todo mundo puede compartir y disfrutar libros y filmes, es una buena forma de “reciclar” el conocimiento y la cultura.

Alberto Roblest