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Ganadores

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Los primeros claxonazos empezaron a sonar como a las 11:45 de la mañana. Los gritos de celebración, los aplausos, las ovaciones y otras imprecaciones de alegría se dejaron escuchar a través de las ventanas. Y lo que empezó como exclamaciones esporádicas por aquí y por allá de algún transeúnte, pronto se convirtió en una masiva ovación generalizada. Mis vecinos salieron con cervezas a su balcón y comenzaron a gritar: ¡Triunfo! ¡Triunfo! Al enterarnos de la buena nueva, nosotros también nos sumamos a la victoria, cerveza en mano, claro, una tempranera.

El clima del día perfecto, el sol en lo alto. Parece que incluso el mismo clima lo agradece, y tiene algún tipo de esperanza en nosotros los humanos. Los pájaros silban de felicidad, y el vecino del tercer piso toca su saxofón a pulmón abierto, a las únicas que parece despreocuparles la victoria es a las ardillas.

En menos de una hora la fiesta es masiva, las campanas mismas de una iglesia se han sumado al festejo y resuenan en lo alto. Esto es sobre todo el triunfo de la verdad, el raciocinio, el método científico y la lógica de Descartes. Un triunfo de la cultura versus el oscurantismo, pero también de la igualdad, la justicia y la tolerancia, versus el odio, el racismo y la xenophobia. Esos tambores que se escuchan desde el parque, esos claxonazos, esas hurras, y vítores al aire son el adiós a lo que pudo haber sido una pesadilla. La gente parece que despierta a la posibilidad de un cambio, los árboles incluso parecen también felices ante la derrota de quién pretendía terminar para siempre con los parques nacionales, los refugios ecológicos y lo que queda de animales vivos en la tierra; flora y fauna lo agradecen y se toman un respiro. Esta es una efeméride a la existencia. Pero también a la ética versus la mentira, el embuste y la patraña.

La alegría generalizada que se deja escuchar por toda la ciudad y resuena en un eco que rebota de pared en pared, es sobre todo el triunfo de la razón, esos gritos de felicidad en los diferentes idiomas son la esperanza necesaria para un mundo en llamas.

En el aire dicha, los autobuses de pasajeros tocan sus cláxones, la gente a este punto baila en la calle; el vecindario entero parece haber abierto las puertas de sus casas; las cortinas que estaban cerradas han vuelto a abrirse; las nubes se han desplegado en el cielo como al inicio de un nuevo día. Quizá no lo es aún, pero esta es una muy buena noticia, pues hay un dicho muy antiguo que dice: sólo la verdad os hará libres. La mentira, lo reitero, es parte del engaño y el engaño, es destructivo, contamina y envenena.

Estamos felices todos y lo celebramos ahora que se puede. Aunque como diría mi abuelo: es momento de medirle el agua a los tamales, esto es, esperemos que impere el estado de derecho y que nadie se vuelva loco, porque el que se vuelve loco pierde y termina en camisa de fuerza; arrumbado en una mazmorra… pues la historia tampoco olvida.

Por el Facebook sabemos que hay una fiesta pasando y una gran marcha se dirige hacia la plaza Black Lives Matter. En New York y otras ciudades también hay guateque… en el mundo, sin duda el 7 de noviembre es un día festivo, un momento histórico… esperemos. Ahora, toca a la justicia hacer su parte e ir hasta las últimas consecuencias.

Alberto Roblest