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En torno a la verdad | Ensayo

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Por definición la verdad es lo opuesto a la mentira, a lo falso y lo que no es tangible. A lo fabricado, lo insustancial. La verdad es tan necesaria como el aire. La verdad se alimenta de sucesos, de aconteceres, no de invenciones.

Los padres enseñan a los niños a decir la verdad desde pequeños, porque es bien importante. En la escuela aprendemos que la verdad es fundamental no sólo para el conocimiento, sino para nuestro desarrollo como humanos; llámese historia, ciencia, llámese memoria. El método científico está basado en el mismo principio y de ahí se deriva su definición: que es el de la comprobación y la experimentación que se hace verdad. Si nos rigiéramos por la mentira, los edificios se vendrían abajo, los autos no funcionarían y todo sería de oropel.  Quizá no habría médicos y seguramente seguiríamos curando con humo y danzas. Sólo en las dictaduras y en los totalitarismos se manipula la verdad y se distorcionan los hechos.

Cuando compramos un diario, esperamos que lo leído ahí se base en la veracidad, pues los autores son personas educadas por la tradición de la ética periodística. Dado que la ética es imprescindible, también, crucial. Es por eso que existe una ética médica, una ética jurídica, y se aplica a casi todas las profesiones. En otras palabras, significa que estas personas están capacitadas y comprometidas con la verdad, lo valioso, lo ineludible, lo primordial.

No hay periodistas de la noticia falsa (fake news), dado que a esos se les llama mentirosos, ociosos, fútiles, seres pueriles, nimios. O peor aún, embusteros que dicen escribir. Platón les llamaba sofistas, que son los constructores de falacias, los responsables del chisme y la desinformación. Y cuando hablamos de desinformación, hablamos de calumnia. Y ésta, elaborada con un fin político y de manipulación, no es sino propaganda, hipnotismo mediático, chantaje ideológico y secuestro intelectual. En  otras palabras, nada más que paja, o ni siquiera eso. Decir que alguien es un periodista falso, es un oxímoron, pues no hay tal cosa.

Alguien que escribe “fake news” no es sino un pelafustán que seguramente está pagado, o que seguramente está vendido.  Cierto que a veces la verdad es difícil y cruda, en otras más que terrible, pero es la verdad simple y llanamente, aunque nos duela, nos ofenda o no nos guste. Tratar de enmendar la verdad o ponerle maquillaje como hacen los fabuladores es ridículo. Es una pérdida de tiempo y no deberíamos de poner atención a estos tramposos pues entramos en el área del espejismo, lo supuesto, de lo que nunca pasó.

Defendamos la verdad y no creamos en seudo profetas, en los que se dicen ser periodistas, en los que se autonombran humanistas, en los que se dicen tener ética. Dado que sin esta última no se escribe. Pongamos en su justa categoría a quienes afirman que el calentamiento global no existe, el virus es un invento, a los que abogan por vendernos ideas sin sostén o evidencia.

Bloqueamos a los mentirosos. No dejamos que entren a nuestras casas, a nuestras computadoras, a nuestras mentes. Dado que de otra manera estaremos perdidos en la vorágine de lo inexistente. Cuando la verdad desaparece, todo se hace insustancial, y cuando esto predomina entramos en el cuento de nunca acabar, o lo que es lo mismo, en el laberinto de la irracionalidad, la falsedad, la mediocridad y otros tantos adjetivos que hablan mal de la certeza.

Cuando damos cabida al “fake news” podemos hablar de simulación y apariencia. Y en ese orden de cosas, de falsos doctores, maestros, artistas… hasta llegar a presidentes.

Abogemos por la verdad, que como el voto, de eso se construye la democracia.

 Alberto Roblest