By hola | Published | No Comments
Tuvimos el agrado de asistir el sábado pasado en la noche a un concierto-performances en el Terrace Theater del Kennedy Center, un evento musical de gran nivel conducido por el maestro Arturo O’Farrill -y su orquesta la Afro Latin Jazz Orchestra- en compañía del doctor Cornel West. El evento estuvo dedicado a la tolerancia, la condescendencia y el respeto. La frase de la noche fue: No me hagas el otro.
El repertorio de O’Farrill, que él describe modestamente como “jazz moderno con un tinte latino dentro de una paleta amplia de posibilidades“, es una combinación de ritmos tropicales mezclados abigarradamente con tonos jazzísticos que en ocasiones alcanzan grandes momentos.
El show es un homenaje a la cultura Afrolatina; pero también a la reciprocidad y al intercambio cultural entre tradiciones. Es bien sabido que la esclavitud trajo africanos a los países del Caribe primero, y después a los países continentales. En estos países los descendientes de estos esclavos se desarrollaron, crecieron, se hicieron, etc. etc., pero también inventaron su propia música y sus propios bailes; el Caribe es sin lugar a duda uno de los lugares más musicales en el mundo, por decirlo de alguna forma. En este evento, Arturo retoma la música cubana de los años cuarenta y cincuenta, y la transforma en algo original qué deleita y es agradable al espíritu. En este tributo a la música de Cuba, escuchamos ciertos ritmos de danzón, merengue y Cha-Cha en tono de blues; y entre el jazz con ciertos tintes de salsa; al góspel medio sonando a son. De la tristeza, al romance, y del romance a la reflexión. Música para deleitarse, para bailar, pero también para embelesarnos. Música de la misma raíz, la misma tradición: la madre África.
Del repertorio llamó mi atención la pieza titulada 40 Acres y un burro. “El arte no siempre tiene que ser serio”, nos alerta Arturo antes de ejecutar esta obra. Esta apertura, por llamarla de alguna forma, es un ejemplo bastante interesante de este género fusión del que Arturo es un maestro. Una vez más, el tres veces ganador del Grammy nos sorprendente con su capacidad de composición. En 40 Acres y un burro la presencia de la música clásica -desde el piano-, se hace evidente, y en un impase de jazz se hace experimental. Inclusive los instrumentos distorsionados suenan bien, las risas de los músicos que no se aguantan, el murmullo en español de un poema, una letanía, o un rezo, que no sabemos a qué se refiere pues es ininteligible. Entonces el escenario se ilumina de azul y aquello rompe en trompetas de índole tropical, silencio, un piano, un sólo de contrabajo y unos bongós que apagan todo lo demás; el tambor origen de la música; música con profundas raíces negras, pero también música juguetona de un espectro amplio, donde la sorpresa, incluso, tiene cabida.
“No me hagas el otro”, nos dice Arturo O’Farrill y llama al escenario a su invitado de la noche, el doctor West que es recibido por el público con un fuerte aplauso.
El doctor Cornel West, tan polémico como contestatario; aunque siempre brillante, nos deleitó con dos piezas mezcla de rap, spoken word, preaching y lectura universitaria, todo a un ritmo de jazz afrolatino. Cornel habló de W.E.B. Du Bois, de su lucha por la igualdad, de su contribución al debate sobre el asunto de la raza en la política e historia de Estados Unidos. Pero también del alma de pueblo, de la comunidad, de la importancia del respeto mutuo, de la comprensión, la fusión y como eso conlleva al amor fraternal. No me hagas el otro; el enemigo, el extraño, el malo, el desconocido, el raro por mi color de piel, por mi raza, mi idioma, mi cabello, mi ritmo, no me hagas el otro por mi aspecto… pues somos iguales.
La sala estuvo bastante llena y fue obvio que todos los presentes estábamos felices de que el Kennedy Center haya reiniciado sus actividades de forma regular.
(Fotos cortesia del Kennedy Center)
Alberto Roblest