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Nació el 26 de febrero de 1934 en el Callejón del Triunfo, en el barrio de San Miguel en el centro de la ciudad de México. Cuando hablaba de su infancia mencionaba la fábrica de papel de su barrio, el lugar donde se familiarizo con los lápices y el papel por supuesto. Lo cual despertó en él su precoz vocación artística que empieza a los doce años. Fue alumno irregular de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda” en donde aprendió las técnicas del oficio, aunque el mismo se consideraba autodidacta.
Trabajo como ilustrador del periódico en inglés The News, donde ilustraba las entrevistas de la periodista norteamericana Anita Brenner. En 1953 tuvo su primera exposición individual en la Galería Prisse. Fue ahí cuando en una visita en busca de nuevos artistas latinoamericanos el cubano José Gómez Sicre conoció la obra del joven Cuevas. El artista inicia su carrera internacional con una exhibición de 43 dibujos en tinta y acuarela en la Panamerican Union (Art Museum of the Americas, OAS) del 14 de julio al 16 de agosto de 1954. La muestra fue reseñada por la revista Time y por Leslie Judd Portner del Washington Post. Las obras mostraban a un artista extraviado en los manicomios, los hospicios y los barrios bajos.
Su obsesión en contra de la injusticia es plasmado en una grotesca protesta gráfica que magistralmente es representada por los retratos retorcidos de los seres desposeídos que muestran en líneas borrosas rayadas en el papel a seres alineados en estados de enfermedad, esquizofrenia o pobreza.
Cuevas representó a un nuevo grupo de artistas mexicanos que hacían un análisis de la consciencia y de la interpretación de la realidad, y evitaban los temas políticos. La muestra fue un éxito comercial, se vendió toda la obra las primeras semanas de la exhibición. El mismo Museum of Modern Art (MOMA) en New York compró sin siquiera ver el catálogo de la obra, vía telefónica dos de sus trabajos. Pero para José Luis Cuevas la ciudad de Washington era demasiado ordenada y antiséptica, así que decidió escaparse y pasar un rato en el hospital de enfermos mentales de Saint Elizabeth, para dibujar. Fue a New York donde conoció a Phillip Bruno y Alfred H. Barr, Jr. el famoso director de MOMA.
A principios de 1957 participó en el Whitney Museum en una exhibición colectiva de jóvenes artistas menores de 35 años. Simultáneamente abrió una exhibición en la Aenlle Gallery en 59 West 53rd St. en Manhattan. En esta no solo mostró las imágenes de los desheredados que caracterizan su obra, sino que incluyó una serie de dibujos anticlericales satirizando a la crucifixión.
También en noviembre de 1957 Cuevas tuvo otra exhibición en Washington DC en la recién fundada The Gres Gallery (en el 1744 Columbia Rd). Siete de los trabajos de Cuevas fueron comprados antes de que la exhibición empezara, uno de ellos por a Phillips Memorial Art Gallery (The Phillips Collection) de Washington DC. The Gres Gallery también le abrió las puertas a otros artistas latinoamericanos en Washington como José Bermúdez, Luis Martínez Pedro, Manuel Rendón, Roberto Matta y al vasco Jorge Oteiza.
Es en este año que bajo la influencia de Gómez Sicre, Cuevas cambia de dirección, le da una copia de la Metamorfosis de Kafka y le consiguió una beca residencia en el Philadelphia Museum School of Art, en donde hizo una serie de dibujos que salieron publicados en un volumen de edición limitada (600) intitulado The Words of Kafka and Cuevas (1960). Cuevas tuvo dos exhibiciones en el Art Museum of the Americas, The Artist as Printmaker I: Jose Luis Cuevas of Mexico en 1963 y Backward Glance at Cuevas: Drawings and Prints en 1978.
La vida de este artista permeada de escándalos, buen y mal marketing mediático, enredadas historias amorosas y amigos que le abrieron puertas, no podía dejarnos sin un escándalo final, un sonado caso legal entre la segunda esposa del artista y directora del museo José Luis Cuevas en la Ciudad de México, y sus hijas del primer matrimonio, a las cuales no sólo desheredo, sino acabó repudiando públicamente en un circo del que los periódicos amarillistas sacaron provecho.
—Román A. Santillan