By hola | Published | 2 Comments
Felicidades a las mujeres del mundo que protestaron, marcharon y se involucraron en la lucha por la libertad y los derechos femeninos. Celebrando el mes de la mujer tenemos una reflexión en torno al legado de nuestras abuelas.
Pensando en el mes de la mujer me doy cuenta de cómo ha cambiado la vida para las mujeres en el lapso de cinco generaciones; esto lo hago basada en la vida de nuestras abuelitas, las cuales sufrieron tanto para que en la actualidad nosotras disfrutemos de más derechos y comodidades que ellas en sus tiempos, ni siquiera podrían soñar y menos disfrutar.
En el espíritu de este mes de la mujer bienvenidos los cambios sociales positivos, las luchas sufragistas, las tomas de conciencia desde el arte, la literatura, la filosofía y la ciencia. Pero también gracias a la tecnología, la educación… y sobre todo, a la mentalidad, la democracia y el multiculturalismo. Los cambios son necesarios, el respeto a los derechos fundamental.
Sólo por mencionar. Mi abuelita me contaba que para empezar la mujer tenían que casarse a muy temprana edad -en veces siendo aún niñas-, víctimas tanto de la sociedad, como de la familia. Vistas como reproductoras, se les negaba el derecho al amor. Muchas veces el esposo lo escogían los padres, regularmente un hombre mayor, un viudo o un rico no muy agraciado. Cuando esto pasaba tenían que ir a vivir con la familia del marido, lo que significaba que tenían que soportar a la suegra y a las cuñadas, sin poderse defender, ya que supuestamente ese era su destino. Socialmente, particularmente en los pueblos, se tenía la certeza de que una mujer de más de dieciocho años de edad ya era una dejada, que significaba que esta chica era consideraba un poco mayor para el matrimonio; ya que los hombres en su mayoría eran muy machos y las querían jóvenes y robustas para que les dieran muchos hijos sanos, ya que estos tenían que ayudar a trabajar para sacar adelante a la familia.
La tarea de las madres no era fácil, ya que en su mayoría pocas eran las que asistían a la escuela y desde muy jóvenes las preparaban para que fueran buenas esposas, teniendo que aprender a cocinar, lavar, cocer, planchar, ir al mercado y cuidar a los hijos. Además, atender a los maridos, soportarles sus deslices, borracheras, carencias y en veces hasta golpes. Si, moquetes, dado que ellas no podían quejarse con nadie, no sólo porque era mal visto, sino porque eso la exponía a que hablara de su vida personal o íntima… Por si fuera poco, quizá en papel, pero no en la vida real no podían considerarse el divorcio, así que el matrimonio era para toda la vida. Como lo oyen. En términos religiosos debían tener todos los hijos que la naturaleza les mandara, ya que la religión prohibía la prevención y el aborto. Tampoco tenían derechos civiles, por lo mismo no podían votar, ni quejarse, sólo encontraba un poco de consuelo en la Fe, dejando todo en manos de Dios y la abnegación… Pensando que descansarían hasta el día que falleciera el marido torturador, o ellas mismas, lo cual era lo más seguro, dado que en esos tiempos no existían las comodidades a las que estamos acostumbradas ahora, pues no había utensilios que les ayudaran a hacer más fácil sus tareas domésticas; como la lavadora de trastos, la lavadora de ropa, tampoco había refrigeradores, estufas de eléctricas, licuadoras, celulares, televisores, computadoras, agua corriente o electricidad. Todo lo tenían que hacer a mano; además tenían que saber los secretos de las yerbas para cuidar a su familia, ya que no había suficientes doctores, al menos en los pueblos, por lo que no tenía acceso a chequeos anuales o ginecológicos, y en muchas ocasiones a falta de un hospital no sobrevivían. Tampoco tenían apoyo psicológico, lo único que podían hacer era contarse entre ellas sus desgracias, para lidiar un poco con el estrés, ya que la mayoría de las mujeres sufrían de soledad, tristeza e incomprensión de los demás.
Así eran las leyes del patriarcado. Al no contar con medios de ningún tipo dada la falta de oportunidades para las mujeres comunes, se dependía por completo económicamente del esposo, quien detentaba todo el poder y él podía decidir qué hacer en lo absoluto. Sin el permiso del hombre la mujer no era nadie, acaso una sombra. Al ser los mandones, pues eran incumplidos y con eso desobligados. A la mujer se le asignaba un gasto mensual o quincenal, y ella era la responsable de administrarlo. Regularmente el gasto era insuficiente para cubrir todos los gastos de la casa, teniendo las mujeres que hacer casi milagros para cubrir los costos del hogar, entre cosas, además de la comida, la luz y el gas, los útiles escolares de los hijos, uniformes, zapatos y todos los gastos extras que surgieran. Muchas de ellas a pesar de tener tanto trabajo y responsabilidades, todavía se las ingeniaban en hacer algo extra para ayudar con su ahorro y contar con dinero en caso que surgiera una emergencia, por ejemplo: crecer su propio huerto de hierbas comestibles, e intercambiar lo cosechado por algunas mujeres, crecer hortalizas; algunas otras gallinas y de esa forma tener huevos para su uso diario, y vender los blanquillos sobrantes. Vacas para tener leche y también venderla, cuidar algunos cerdos, etc.
Las madres solteras se las veían negras y su vida era mucho peor, ya que eran rechazadas socialmente y por la religión pues no tenían ningún apoyo, ni de la familia, de la sociedad, grupos independientes y organizaciones de gobierno como hoy en día. Las “dejadas” sufrían una discriminación abierta, burlas y comentarios mal intencionados, inclusive de su propia familia… así que lo único que les quedaba era aguantar y callar. ¿Parece telenovela? Pues no, así era.
Conclusión: Somos afortunadas de vivir en estos tiempos, tenemos oportunidad de estudiar, ser autosuficientes, tener el número de hijos que decidamos, podemos viajar, opinar libremente, no tener que seguir viviendo normas en las que no creemos. En cuanto al amor, podemos escoger con quien casarnos y separarnos si creemos es lo que más conveniente. Gracias a muchos esfuerzos hoy día las mujeres, como nuestros hijos, estamos más protegidos y podemos comprar una propiedad, poner un negocio, planear nuestro futuro, solteras, casadas, divorciadas o viudas, según nos plazca. Podemos cambiar de residencia, divertirnos, hacer compras con nuestro dinero, tener créditos hipotecarios, escoger libremente nuestras propias creencias y amistades, enamorarnos libremente y también equivocarnos…
Por todas estas razones y muchas más pienso que debemos respetar y agradecer más a nuestras abuelitas, super heroínas anónimas a las que tanto les debemos. Por ellas y el legado al futuro, cuidemos nuestra democracia, nuestros derechos, nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestro corazón y nuestro lugar en el mundo.
Grandioso mes de las mujeres, por las abuelitas.
Gloria Valdés
Gloria Valdés ‘Tarasca” (Michoacán, México). Artista visual autodidacta, su técnica es el aceite sobre la tela de algodón. Por muchos años ha trabajado en un proyecto de retratos de personalidades; para a través de su trabajo, reconocerlos. Su principal motivación es la de inspirar, informar y entretener a los espectadores.
2 Responses
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Excelente trabajo literario descriptivo Alice creo que con motivo de la conmemoración del día de la mujer está bien, pero da para mucho más, ¿Qué quiero decir con esto? que muy bien puedes continuar con tu ejercicio hasta que se te acaben las ideas, por lo pronto, te mando un fuerte abrazo y felicitaciones.
Gracias por un excelente articulo!