Francisco Cantú
Festival Nacional del Libro DC 2018
Una de las buenas sorpresas del pasado Festival Nacional del Libro DC fue la presentación del libro “La línea se convierte en río” de Francisco Cantú con quien nuestro colaborador Alfredo M. Del Arroyo conversó y se tomó selfies. El ex agente de la patrulla fronteriza, se presentó en el salón 146 reservado para temas internacionales.
Luego de una corta pero fructífera espera nos encontramos con Francisco Cantú en la fila 9 del sótano del Centro Nacional de Convenciones de Washington. Con una gran amabilidad y don de gente, el autor me recibió con un apretón de manos. Charlamos sobre mis orígenes y me preguntó si prefería la dedicatoria de este su primer libro en inglés o español. Aun siendo él México-Americano en tercera generación, aprendió a hablar bien español en la escuela, y durante una visita familiar a México.
Ante una sala llena, el autor respondió a las preguntas del moderador, siendo interrumpido en ocasiones por rondas de aplauso del público espectador. A los 23 años, Cantú se enroló a la patrulla fronteriza y se mantuvo allí durante cuatro años hasta el 2012, cuando acosado por pesadillas, abandona la patrulla por la vida civil.
“Crecí en Arizona, en un poblado a cinco horas de la frontera, entonces para mí la frontera no era una cosa abstracta como sí lo es en muchos lugares del país, pero tampoco es inmediata, no está en tu jardín trasero. Mi madre es hija de mexicano, mi abuelo vino durante los años de la Revolución Mexicana como refugiado desde Monterey, Nuevo León. Mis abuelos se separaron, entonces mi madre no creció con el lado mexicano de la familia, por eso, ella no habla mucho español, tampoco yo. Las visitas a mis abuelos mexicanos eran esporádicas, y crecí como un típico chico americano. Pero lo gracioso es que siempre me han llamado Paco, entonces en la escuela yo no caí en cuenta que tenía este nombre raro hasta que fui creciendo y descubriendo mi identidad. Estando en la secundaria había la opción de estudiar francés o español, recuerdo que mi padrastro me dijo “será mejor que aprendas español”, y me explicó, “esto es lo que la gente va a esperar de ti, has crecido en Arizona con este nombre, y van a asumir que hablas el idioma”. Cuando salí de la secundaria mi primer trabajo fue en un restaurante como busboy y todos los muchachos de la cocina eran del mismo pueblo en Guanajuato. Yo estaba aprendiendo español y lo practicaba con ellos. En mi primer viaje a México, ellos llamaron a sus familiares para decirles que yo iba de visita. El hermano de uno de ellos se casaba ese fin de semana y fui invitado al matrimonio, y de pronto, llego a este pueblo a dos mil millas de casa en el centro de México y la gente sabía quién era yo y de donde venía. Mucha gente de esa comunidad había sido deportada de Arizona y habían trabajado en el mismo restaurante donde yo trabajaba, ahí fue, durante mi juventud en que caí en cuenta cuan significativo e insignificante a la vez, puede ser la frontera simultáneamente. Ese fue un despertar para mí. Luego estudié aquí, en American University en Washington DC, y después fui a México a estudiar Relaciones Internacionales”.
“Mi madre se horrorizó cuando dije que quería ser agente de la patrulla fronteriza. Ella pensaba que yo estaba loco e hizo todo lo que pudo para convencerme que no lo hiciera. Cuando empecé a trabajar fue como meterme en la boca del lobo, donde yo por tener puntos de vista diferentes con respecto a la inmigración, tendría que disfrazarme para pasar desapercibido ante todos esos agentes que estaban ahí para patear a los mexicanos fuera del país. Pero cuando me enrolé a la academia de entrenamiento descubrí que más de la mitad de la clase eran mexicanos o México-Americanos nacidos en regiones fronterizas, y muchos de ellos tienen familiares indocumentados, y si vas a sus vecindarios, las mejores casas pertenecen a gente que tienen trabajos en las fuerzas policiales o están envueltos de alguna manera en un Cartel. Yo acababa de finalizar mis estudios internacionales con un enfoque en la frontera, e imaginé que haría esta labor por unos 3 o 4 años como una especie de trabajo de práctica de graduación y que obtendría todas las respuestas que han esquivado al resto, para después volverme un abogado de inmigración o quizás verme envuelto en política, y que tendría una especie de bolsa cargada de trucos, pero no fue así, salí con más preguntas que cuando entré. La frontera de California y Texas son muy diferentes, Arizona se ha convertido en una especie de embudo, un campo de almas donde cientos de muertes ocurren durante el año en el desierto. Son estas las experiencias que he volcado en este libro, de alguna manera para crear conciencia de lo que está pasando, pues en su gran mayoría, estas personas vienen aquí con el único deseo de trabajar, progresar y proveer a sus familias”.
Alfredo M. Del Arroyo
1 Response
Me gustaría comprar el libro, donde puedo conseguir ?