By hola | Published | No Comments
Como amigos, aquellos dos viajeros del tiempo se encontraron caminando entre ruinas, sobre fragmentos de tabique, escombro, fierros y porciones de cemento. Aunque apenas se conocían, voltearon a verse, se estudiaron. Por algo como dos minutos caminaron en silencio observándose. Se notaba que los dos viajeros venían de dimensiones diferentes, no sólo por el vestuario y los zapatos, sino por su talante. Uno de ellos rompió el silencio levantando el dedo índice de la mano izquierda, entonces se detuvo y dándose media vuelta, se acercó a su interlocutor un tanto teatral:
-Este lugar fue importantísimo, desde aquí se tomaron las decisiones planetarias por algo como 200 y pico de años, las guerras, las elecciones y la economía. Se le conoció como el Capitolio, dijo muy docto.
Su oyente también se detuvo, giró la cabeza y observó aquel lugar tratando de imaginarlo en otros tiempos. Sin duda aquel sitio debía haber sido una majestuosa construcción, se notaba por los vestigios. De la otrora cúpula no quedaban sino apenas los brazos oxidados que la habían sostenido, algunas columnas descarapeladas aún erguidas y dos paredes, varillas de metal emergiendo del piso como arterias secas, el resto eran montones de cascajo. Los viajeros llegaron a una plaza y con el objetivo de tomarse un descanso, se retreparon en unos escalones de piedra, donde observaron el escenario abajo. En el cemento de todo el lugar crecían hierbajos, plantas silvestres y se notaba la desolación. Argamasa en todas partes, la ruina de lugar era evidente, el paso del tiempo. Tomaron asiento.
El viajero que había tomado el timón de la palabra continuó con la clase:
-Todo iba más o menos bien, hasta que un día apareció un juglar, que digo, un payaso. Que digo, un bufón de pelos en la lengua. Un tipo raro de pies a cabeza; desde los genes, hasta los vellos oscuros que le crecían en las orejas. Este malabarista de la política tenía varias fobias, muchos vicios y alguna que otra manía. Una de éstas últimas consistía en salir desnudo, algunas noches, a caminar por los diferentes monumentos del Mall, seguido de un ejército de guardias que trataban de cubrir su desnudez, evitar a los periodistas y tapar las locuras del jefe que por las noches antes de ir a la cama se quitaba la peluca y la nariz roja, y en otras dormía con los zapatotes puestos. Un bufón que hablaba tonterías y le gastaba bromas al resto de los políticos, nalgueaba a las chicas, castigaba a su pueblo y hacía lo que le venía en gana. Por supuesto rompió con protocolos importantísimos en ámbitos internacionales y todo se convirtió en una farsa cínica-única. Estamos hablando de un lugar que alguna vez fue el más avanzado tecnológicamente y el más moderno… no tanto en lo social, pero sí en muchas otras cosas.
Su escucha asintió con la cabeza, abrió los ojos mirando en redondo, y parando oreja continuó atento a su interlocutor.
-Este bufón del que le hablo, por alguna razón pudo escapar del circo en el que trabajaba, y por alguna otra razón inexplicable también, logró colarse hasta lo más profundo de los recovecos del poder y llegó a ser el gerente de todo el mundo. Un tipo audaz sin duda alguna, y sin comparación. Algo en realidad insólito, como le dije, no solamente en el campo de la política, sino en el de la lógica. Que digo, el bufón logró crear toda una realidad paralela y de oropel, un gran ardid. ¿Me explico? Fue tanta la mentira de este bufón que metió a todos en su propio mundo hecho de falsedad. Para no hacerle el cuento largo, se proclamó no sólo así mismo rey, sino Mesías. Decretó leyes y encarceló a todos lo que se opusieron a su verdad. Puso a todos los miembros de su familia en puestos importantes. Después de eso, no tardó mucho, las cosas comenzaron a venirse abajo. La realidad al no tener sostén científico dejó de serlo y lo que era tangible, pasó a ser insustancial. Las cosas dejaron de funcionar, aunque no así la corrupción. Se cambió la historia y no hubo batallas perdidas, sólo éxitos. No hubo racismo, aunque si esclavitud y campos de concentración a la sombra. La justicia se dejó en manos de sus boinas rojas, unos descerebrados con armas que intimidaban a la población y hacían barbaridades. Su moral fue encarcelar a los morenos, golpear a los pobres, colgar a los latinos de los árboles. Llegó el momento en que al negar la verdad, sobre falsedades se construyeron otras falsedades, teorías de conspiración, el caso es que se ahogaron en un laberinto anegado de agua de mar. El colmo fue cuando el bufón negó el cambio climático y el daño fue irreversible…
El segundo viajero movió la cabeza y comentó:
-Qué pena de verdad, pero que interesante… A veces la estupidez triunfa.
-Aquella grieta que ve allá, fue un rio, bastante caudaloso como puede verse, pero también poco a poco se secó. Todo se secó. La ironía, o como quiera llamarle, es que hasta el último día de su vida en el planeta, el payaso negó el cambio climático.
–Que triste como un pueblo puede caer en el error y colapsarse por un malabarista.
-Si hombre- dijo el visitante y miró su reloj. -Creo que debo irme antes de que pase al próximo minuto y se cierre el portal.
Ambos cosmonautas se despidieron sin tocarse y dispuestos a no revelar el motivo de su viaje por el tiempo, uno a otro, se observaron. Reverenciales guardaron silencio ante el desierto que se extendía detrás de la ruina, un desierto gigantesco de grandes dunas que parecía no tener fin. Digeridos por la historia continuaron su viaje por caminos diferentes… volvió a imperar el silencio.
(Cuento inédito del libro “Historias del Distrito y otras metáforas”)
Alberto Roblest