By hola | Published | No Comments
Estamos hablando por supuesto de la bicicleta, ese vehículo de dos ruedas que puede verse en todas las ciudades hoy por hoy y por todas partes del orbe, dígase del primer mundo, o del tercero. Lo mismo tripulado por un policía, que por un comerciante llevando sus aditamentos de trabajo. Ya por una linda chica en una bien pavimentada calle de Europa, que por un chiquillo rumbo a la escuela en un polvoso camino de tierra en África.
Creada por el alemán Karl Drais en 1817, este indispensable medio de transporte se ideó bajo la premisa de que es más fácil desplazarse en ruedas que caminar. Diseñada primero sin pedales el conductor usaba los pies para ejercer propulsión, tal como se hace con el monopatín (o patín del diablo como se le conoce en algunos países vaya usted a saber porque) y así avanzar y acortar distancia.
Tendrían que pasar otros veintidós años (1839) para que el escocés Kirkpatrick Macmillan le agregara pedales y otros más para que el uso de estos fueran perfeccionado por el inventor francés Pierre Lallement (1863) creando así el velocípedo. En 1890 el inglés John Boyd Dunlop equipa al vehículo con neumáticos para darle fin a este maravilloso invento que aparece por primerísima vez en los esbozos de Leonardo Da Vinci, el genio que vislumbró también el automóvil, el helicóptero y el submarino, entre otros medios de transporte.
Una vez ya como la conocemos ahora, el vehículo se aligeró, se hizo más eficiente y más aerodinámico e incluso despampanante, con lo cual devino en industria claro. Hubieron de nacer el casco de protección, las luces, los guantes, el candado de seguridad y esta derivó en tipos. Naciendo así la bicicleta de competencia, la de trabajo, la de niños, la de mujeres, la de montaña, la bicicleta plegable, la de playa, la bicicleta reclinada, la bicicleta como arte, la fija para usarse en el gimnasio y por supuesto la de reparto y la de pasajeros.
Humanos al fin, la cultura de la bicicleta derivó en marcas, diseños, colores y estatus claro, que es precio y eso importa. Esto es que varían, desde las muy costosas y ligerísimas, a las de materiales varios que van del bambú al cartón, y del aluminio al simple fierro forjado que nadie roba.
Habemos claro quienes vemos al ciclismo más que nada como un modo alterno de transporte ecológico, pues entendemos que su uso es beneficioso nos sólo para nuestro mundo, sino para la salud de cada uno de sus usuarios. La fórmula es simple: transportarnos y mantenernos sanos; mientras oxigenamos nuestro cerebro, pensamos bien y además quemamos calorías, todo como una buena forma de aportar salud a nuestro bello planeta, a pesar de los necios y obcecados en negar su fragilidad.
Asociaciones de ciclistas, competencias, revistas, ropa especial, zapatos, clubes y reglas claro que han transformado nuestras ciudades con ciclo pistas, semáforos y reglas importantes de tránsito para la sobrevivencia por supuesto en batalla contra los carros.
Doscientos años no son nada, usemos la bicicleta, sigamos las reglas y disfrutemos de este maravilloso invento de 200 años al alcance de todos.
Alberto Roblest