By hola | Published | 2 Comments
Habían pasado varios días de su llegada a Maryland, una decisión que él mismo no comprendía lo había tomado por sorpresa, sentado en un sillón del hotel, su mano repasaba sobre el suave tapiz del sillón, mientras sus dedos recorrían sus cabellos como buscando una respuesta entre los remolinos que tenía en la cabeza, los pasos de los transeúntes por los prolongados pasillos alfombrados le incomodaban, ante la posibilidad de una económica charla sobre el tiempo y la temperatura o el precio de la gasolina. Necesitaba que sus pensamientos viajaran por los recuerdos, un cigarrillo daba vueltas entre sus dedos sin la más mínima posibilidad de ser encendido, estaba en el país de las reglas y las escuadras; la ventana mostraba la inmensidad de la distancia a través de un cielo opaco y lejano.
En su memoria estaban las señas que le hacía Alejandra desde la calle empedrada, para que saliera a jugar al amor en el azar de la tarde, para acumular caricias y luego esconderlas entre los secretos que se guardan con mucho cuidado entre los tesoros, esos que siempre se pierden en esos prados de flores secas y trinos solitarios. Recordaba todo el camino recorrido con las manos entrelazadas, los enormes árboles dormidos como elefantes entre las nubes y la pradera, sentía la enredadera de ramas y abrazos confundidos donde se perdían hasta llegar a las orillas de la locura casi sin ropas ni aliento. El rumor de unos pasos por los pasillos alfombrados del moderno edificio del hotel lo alojaron en el presente, sintió la larga espera del día nublado, inmóvil aguardando la lluvia, antes llegó el atardecer.
Otra vez vio que ella se marchaba al atardecer, ella debía volver a su casa a contar historias de las cosas que no había hecho; mientras ella se iba, él la contemplaba correr con el pelo suelto, descalza, como la brisa entre las hierbas, los perros ladraban al viento que corría en la distancia, su corazón galopaba desbocado dentro su pecho. Y de pronto sintió una voz femenina, casi metálica, salía de los parlantes con una musicalidad ambiental de aeropuerto, pronunciando su nombre, le anunciaban que le había llegado el turno de pasar; caminó por el pasillo acolchado, luego entró en otro recibidor de varios escritorios y varias secretarias con los cabellos cuidadosamente peinados, meticulosamente acomodados, sintió los aromas de lociones y perfumes ambientales. Una puerta sólida y brillante, de un barniz oscuro se abrió, vio salir cabizbajo a un hombre que hacía muy poco tiempo había arribado y que buscaba afanosamente la salida. Era muy tarde y la noche estaba muy cerca, sintió las señas para ir a caminar y luego correr.
(Leer entrevista: Alta Hora de la Noche)
RICARDO BALLÓN Ch, Poeta boliviano, nació en la ciudad del Illimani, en febrero de 1956. Sus primeros poemas fueron publicados en la revista de literatura “Hipótesis”, Antología nacional de jóvenes poetas, Bolivia, 1973; después de ser publicados en diversas revistas literarias y suplementos culturales, participó en diversos festivales de la cultura, el arte y la poesía. Publicó el libro de poemas “Cabriolario”, 2001. Participó en el Festival Internacional de Poesía Ciudad de Nueva York, 2013, siendo publicados varios poemas en la Antología del mismo. Actualmente cuenta con los libros de poesía: “El vuelo de las hojas”, “El diario de la sombra”, “Al canto del Cóndor”, “O-ir al arroyo” libro de Haiku y el libro de cuentos “De-partir”, aún inédito.