Roma es una importante capital del mundo, pero también, un barrio de la Ciudad de México. Nadie sabe a ciencia cierta qué tan biográfica es una obra, sino el autor mismo. Ambientada en la capital, esta película es sin duda no sólo un homenaje al neo realismo italiano, los grandes directores del cine mexicano de la época de las películas en blanco y negro, sino también, a esta vieja colonia ubicada al oeste del centro histórico. Una zona de casas elegantes que alguna vez fueron majestuosas, con cocheras y árboles en las aceras. Un vecindario de avenidas amplias, camellones, fuentes y parques. Un sitio erigido durante el Porfiriato para la clase pudiente, después un lugar de ascenso para la clase media por varias décadas, y por una corta temporada, durante los 80s, un sector de damnificados, viejitos y ocupas.
“La Romana”, como la conocen los chilangos, donde alguna vez los beatniks hicieron casa en los 50s y los infrarrealistas dieron sus mejores espectáculos a las afueras de las cantinas que abundaban en la zona, antes de la gentrificación y la especulación inmobiliaria, por supuesto.
La Roma, de Cuarón, sucede durante los setentas, años importantes, pero también tristes, decadentes y demagógicos. La trama se desarrolla en el contexto del echeverrismo, un momento de terror bajo la batuta de uno de los presidentes mexicanos más infames y a quien se le atribuyen dos de las más brutales represiones sociales de que tenga memoria el país; por supuesto el 2 de octubre de 68, cuando este macabro servidor público era secretario de Gobernación, y el Jueves de Corpus o Halconazo, del 10 de junio de 1971. Negro episodio en los anales mexicanos referente al brutal ataque de un grupo de vagos, perfectamente entrenados por el gobierno para matar civiles, en este caso estudiantes universitarios.
La cinta, cuenta la historia de una familia de la clase media acomodada de la Ciudad de México de aquellos años, con dos autos, un exitoso doctor que trabaja en el hospital general y tiene su casa chica, una madre profesionista, cuatro niños todos ellos bastante bien portados, la abuela y dos trabajadoras domésticas de origen oaxaqueño que laboran duro, y dentro de su rutina, tratan de no pasarla tan mal.
Más allá de la belleza en la fotografía y el arte visual implicado, este filme permite concientizar al espectador en torno a las mujeres indígenas que emigran a las grandes ciudades a emplearse como trabajadoras domésticas, y a veces son semi esclavizadas por patrones racistas, abusivos y explotadores. Cleo y Adela forman parte de este desvalido sector de la sociedad mexicana. Ante nuestros ojos vemos la rutina de esta familia, la forma de vida de los adultos, las peleas de los chicos, pero también las escapadas al cine los domingos de las dos sirvientas, sus novios y de ahí el filme se desarrolla en base a metáforas qué van de la humillación y la vergüenza, a imágenes de amor profundo y lealtad infinita.
Estrenada en el Festival de Venecia, Roma no es sólo una de esas películas que reflexionan en torno al pasado y la memoria, sino es también un retrato de una ciudad de México que ya no existe; como tampoco el ropavejero, el afilador de cuchillos, el vendedor de camotes, el aire limpio y la abundancia de agua.
Guión y Director: Alfonso Cuarón. Con: Yalitza Aparicio, Marina de Tavira, Diego Cortina Autrey y Nancy Garcia. Producción: Netflix 2018.
Alberto Roblest
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Pero el afilador, el camotero aún siguen ahí, incluso la banda de guerra que camina por la calle.