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De nuestra serie dedicada a los microrelatos denominada “Literatura mínima-máxima”, este texto inspirado en la imagineria de uno de los maestros del arte gráfico del siglo XX que hizo xilografías, litografías y mezzotintas de inspiración matemática.
En tiempos de paradojas que mejor que un poco de literatura.
Para
el hacedor de las realidades paralelas y las paradojas…
filosofía visual, dirían alguien más avezado:
M.C Escher
Los recién casados estaban felices con el condo, sobre todo con las escaleras, la forma en cómo daban vuelta los barandales, la amplitud de los descansos en cada piso, la anchura de los escalones, el espacio del rellano. Esposo y esposa subían y bajaban felices, hasta que un día en la noche, después de una fiesta y unos tragos, subieron ella primero y él después.
Ella se cansó de dar vueltas, de encontrar pisos escondidos, pisos que no iban a ningún lado, pisos atestados de puertas cerradas, pasillos de luz neón que se hacían eternos, la falta de ventanas.
En tanto él, llevado por su sentido de exploración tan sólo se extravió en aquellas escaleras fantásticas y fabulosas que nadie sabía a dónde iban, ni a dónde llegaban. Cuando pensaba que había llegado a la azotea, se encontraba en el sótano.
Para no hacer el cuento largo, aunque lo amerita, el caso es que marido y mujer jamás se encontraron, pues ninguna de las escaleras iba al lugar que uno y otro buscaban.
Él va de regreso a la escalera después de recorrer el piso. Las puertas abiertas le permiten ver el interior de los departamentos; los muebles desvencijados, las cosas rotas, la decrepitud en toda su extensión. Cuando alcanza la escalera, continua con su desesperado ascenso hacia la azotea.
Se buscan.
Ella entra a uno de los departamentos. Con mucha cautela recorre el lugar; las sillas y la mesa se han colapsado, lo mismo que los sillones de la sala y un librero con nada menos que libros apolillados. El piso parece tener varias capas de polvo… Las lámparas vencidas, los platos en la mesa rebosantes de arena, las telarañas en las esquinas y las ollas en la estufa repletas de una masa oscura dan fe de una huida inesperada. Parece como si los inquilinos hubieran salido de emergencia para nunca regresar.
En la azotea él se descuelga, hacia la azotea de otra construcción, no le queda de otra, pues por los otros tres extremos, el vacío. A grandes zancadas va hacia la puerta de acceso y comienza esta vez a descender la escalera, a toda prisa.
Ambos están en dos diferentes edificios, tan viejo el uno como el otro; construcciones anticuadas, anquilosadas por el tiempo, sin servicios. Los ecos de unos pasos rebotan en el cubo de la escalera, justo al momento en que ella sube y él baja en una de aquellas coincidencias de la vida.
Se buscan en un todo y en un ninguno.
Images Courtesy by The M.C. Escher Company – Baarn, The Netherlands. M.C. Escher ® is a Registered Trademark
Alberto Roblest