By hola | Published | No Comments
No más besos caricias y abrazos. Se acabaron las reuniones multitudinarias, las albercas hasta el tope de gente salpicando agua. Las fiestas en casa rodeado de amigos todos bebiendo ponche de la misma jarra, los conciertos de rock donde pasaba el cigarrito de boca en boca; lo mismo de un gordito que de una rubia de rostro angelical y no tenía uno preocupaciones. ¿Será posible para los humanos vivir sin besos, caricias y abrazos? Supongo las culturas nórdicas lo podrán superar un poco más rápido. ¿Pero qué de los caribeños?, a quienes les gusta la ternura, estar bien cerca del amigo, de la amiga, romper la distancia y bailar pegaditos de cachete; un, dos, tres pasitos sudando cuerpo a cuerpo. ¿Podrán los franceses evitar los 4 besos en las mejillas, los esquimales rosarse la nariz? O nosotros los latinos, podremos evitar el abrazo proxémico del compadre, la comadre y del hermano?
Cuando estaba yo en la primaria, recuerdo que la profesora nos formaba para que avanzáramos a nuestro salón caminando con el brazo extendido y colocado sobre el hombro de nuestro compañero enfrente y de esa forma teníamos el mismo paso, no estábamos tan cerca y nos manteníamos uniformes.
En sociología se le llama espacio físico y los estudios en este campo han demostrado que las culturas tienen diferentes espacios físicos sociales y que las diferentes situaciones también. Por ejemplo, cuando se hacen negocios nos mantenemos serios, alejado unos metros de nuestro interlocutor, tensos, por aquello de los cheques.
¿Afectará nuestro afecto el distanciamiento social que ha impuesto el virus? Antes de la pandemia la gente te criticaba si te mantenías a distancia y te decían antisocial. Si eras el distanciado de la familia, te convertías en la oveja negra. Hoy en día la gente pide a gritos que no te le acerques, que te mantengas lejos, que no respires en su boca y todos los que no traen una máscara son unos idiotas, o unos sospechosos de pensar que el virus no existe. La gente se baja a la calle para evitarse uno a otro en la banqueta. Terrible. El caso es que la distancia se ha convertido en un asunto fundamental: manténgase alejado, guarde su distancia, vaya para atrás, no se me acerque, de lejos es mejor, hable fuerte para que lo escuche… o de preferencia no hable.
Antes de la pandemia alguien que nos quería socializar era un aislado, un auto segregado, un hombre o una mujer con problemas de socialización, una persona abstraída del mundo que no lograba interactuar con sus coterráneos. El objeto de estudio en un diván, un tipo con necesidad de medicamento.
Si con la computadora ya éramos un poco aislados y andábamos cada quien en lo suyo, el virus nos vino a colocar en el rincón y estamos sufriendo de muy diferentes formas el estar aparte.
El distanciamiento social no es algo nuevo, ha sido la única forma de evitar los contagios masivos de enfermedades virales y plagas. Se le llamó cuarentena, como tal, en Venecia el año de 1348 mientras la ciudad era asolada por la peste negra, aunque se tienen datos del “encierro” de antes de la era cristiana. Una cosa que tenemos en ventaja hoy en día, a diferencia de nuestros antepasados coterráneos, es el uso de la tecnología digital que nos permite acercarnos a nuestros amigos y seres queridos; y a los no tan queridos, claro, como el jefe cuando trabajamos desde el Zoom.
Esperemos que esto pase pronto, porque quién sabe, siempre cabe la posibilidad de que la distancia nos haga más egoístas, más reservados, más introvertidos y en general más fríos y distantes. ¿Se perderá el amor? Esperemos que no.
Por lo pronto, veámosle el lado positivo. Cierta distancia nos evitará la fragancia del amigo que no se bañan mucho, nos ahorrará el mal aliento del vecino y la mano sudorosa del nervioso de la tienda. En fin, abrazos a distancia y saludos afectuosos sin proxemia… que otra, la realidad se impone.
Alberto Roblest