By hola | Published | 2 Comments
Si no te gusta cómo son las cosas aquí, lárgate. Regresa a tu país. ¿Largarse? ¿Por qué? ¿Por qué no se van ellos? Ellos llegaron al último. ¿Y regresar a dónde? Este es nuestro país. Lo convirtieron en tierra gringa a la fuerza. Pero ni siquiera toda su fuerza puede convertirnos a nosotros, los pobladores legítimos de esta tierra, en gringos.
“George Washington Gómez“ es un clásico de la novela chicana. Ambientado en los 20s-30s cuando en los cafés y cantinas de Texas y de otros estados de los Estados Unidos colgaba el vergonzoso letrero racista en el que se leía: “NO dogs- negros- mexicans”. Este texto narra la historia de un otro Washington que nacido en un pequeño poblado de Texas va creciendo entre dos mundos diferentes que son la casa familiar, donde se habla español; y la escuela donde el inglés se impone, el racismo domina y el clasismo reina en todo su esplendor. Son los años previos a Martin Luther King, a César Chávez, Rosa Park y Dolores Huerta. Los años en los que la mentalidad de la superioridad de la raza blanca imperaba en el planeta y todo lo que eso implicaba; beneficios económicos, abusos sexuales, represión institucional, demagogia disfrazada de ciencia, favoritismo, doble moral y una larga lista de enjundias sobre la que se crearon no solo patrimonios y fortunas, sino se fincaron países enteros, como fue el caso de los países europeos y Los Estados Unidos por supuesto. Narrado en el realismo tradicional de su época, este texto pionero en este país, es una fotografía del pasado, una mirada al estado de las cosas y de los hechos en los estados fronterizos de la Unión Americana. Plagado de aventuras y descripciones muy precisas, el libro es un recorrido de varias décadas turbulentas en las que nuestros personajes uno envejece y el otro se hace hombre. La historia da inicio poco después de la anexión de Texas (l846), o en palabras de Américo Paredes “la ocupación de México por los Estados Unidos” hasta los primeros días de la horrorosa Guerra Mundial. Años de cambios, años difíciles, años de sufrimiento y culturización, pero también de consolidación de Los Estados Unidos como una gran potencia que se perfilaba ya a ocupar su sitio hegemónico en el siglo XX. Por las páginas del libro nos vamos enterando de la vida de George Washington Gómez; de su infancia solitaria escuchando los cuentos de fantasmas de los amigos mexicanos del tío; de su adolescencia difícil entre la cultura anglosajona predominante y la mexicana que poco a poco va quedándose atrás, y de ahí a su entrada en la adultez.
Los personas principales del texto son Feliciano; el tío bondadoso y trabajador, testigo de la invasión norteamericana en Texas; y George Washington Gómez, que representa a la primera generación de méxico-americanos que se formaron en un país del que eran ciudadanos de segunda, o tercera según la circunstancia. Para desfortuna de nuestro personaje, el padre que muere injustamente luchando contra los ominosos Rangers, le asigna al hijo el rimbombante nombre del padre de la nación, mismo que como una piedra tiene que cargar por muchos años, pues como el Washington original está escogido para hacer actos grandiosos por su gente y ser un héroe en toda la dimensión de la palabra. La abuela, que poco sabe de historia y nada le importa; pues la vida es dura en un pueblo invadido, la comida escasea si se ha perdido la tierra, el agua hay que pagarla en una estado semi desértico y los hijos han cogido su propio rumbo de uno y otro lado de la nueva línea divisoria; metamorfosea el pesado nombre del nieto recién nacido a Guálinto, diminutivo en español de Jorge. Guálinto, nombre raro para la directora de la primaria que acepta que es un nombre indígena, como justifica el tío al momento de inscribirlo en la escuela a sabiendas de que será la burla de todos. Guálinto se llamará nuestro personaje durante toda su infancia y hasta antes de entrar en la preparatoria, donde por vez primera recibe la burla de los otros, pues no cuadra que un “mexicano” se llame de esa forma. A través de los pormenores de la vida de este niño y adolecente después, nos enteramos del despojo que sufrieron los habitantes de estas tierras mexicanas, de cómo los rancheros y dueños de la tierra pasaron a ser campesinos pobres o muertos en cajas; del retórico sistema educativo, del feudatario sistema económico y político excluyente de un estado al que le ha costado reconocer la aportación de la cultura hispana en muchos de sus usos y costumbres; presente en la comida tex-mex, el rodeo o la música ranchera, solo por mencionar. Con una sencillez que evita el melodrama, Américo Paredes nos dibuja un Texas polvoriento en el que los caballos son sustituidos por los Fords T, los ganaderos por los petroleros y las balaceras al estilo el viejo oeste por el orden y cierta ley. Y aunque nuestro George Washington no inicia una revolución y en cierta medida renuncia a una parte de si, al abrazar la demagogia aprendida en la escuela, sobrevive a su destino de jornalero o capataz y va a la universidad, para lo cual debe salir del pueblo. Aunque al regresar es otro, entonces se llama George G. Gómez, ha renunciado a ser mexicano y la expectativa que genera su regreso se cae del árbol al renunciar al puesto político que le ofrecen “los mexicanos” de su pueblo que ven en él la oportunidad de un cambio, el de un nuevo candidato que luche justamente por el derecho de los suyos. George es ahora un ciudadano de los Estados Unidos, su esposa es gringa, pero también un espía que se prepara para entrar en la contienda mundial.
Américo Paredes es un autor muy importante de las letras hispánicas en los Estados Unidos, no sólo por los textos que dejó para nuestro deleite, sino por su aportación a la educación. Paredes es uno de los primeros en darse cuenta y poner énfasis en el estudio de nuestra historia; dado que si bien es cierto que los latinos nacidos en este país son norteamericanos, también es cierto que son algo más, ese algo más, es esa otra parte que habla español, gusta de los frijoles, el arroz, el chile y las tortillas; el baile y las serenatas y que debemos preservar para bien de nuestra identidad y nuestra memoria pues es parte del ser que nos define, dado que si no estamos definidos no somos nadie, tan simple como eso. Lo mismo le pasa a Guálinto cuando quiere imitar a los bancos y ellos lo rechazan. Tampoco podemos imitar a los negros pues no somos negros, por más que pensemos que el rap es cool. Al abrazar a nuestras dos partes y juntarlas nos conformamos en una unidad. Paredes pudo ver la necesidad e importancia en el acto de construirnos una personalidad, un orgullo, pues podremos llamarnos George Washington Gómez u Obama Pérez, la identidad es lo que cuenta, el nombres es lo de menos. ¿Qué tanto hay de heroico en el protagonista de esta historia? eso le toca por descubrir al lector.