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*a mi abuela Sofia, in memoriam
Los fulanos y los perenganos se encontraron todos en una fiesta invitados por los zutanos. Todo parecía ser una mala broma de estos últimos con el afán de generar un conflicto.
Estos y aquellos no se hablaban ni se entendían. Vivían en barrios diferentes y se evitaban lo más posible.
Aquella noche se encontraban reunidos, concentrados en una esquina los unos, y los otros en la otra, los más junto a la puerta. Se miraban rencorosos, provocadores y todo parecía indicar que en cualquier momento se encendería la mecha.
Sin embargo, fulanita la güera rompió el hielo y con menganito que andaba de incógnito, abrieron el baile.
La música poco a poco aflojó las tensiones y menganos, zutanos y perenganos se mezclaron motivados por el ritmo, los tragos que comenzaron a circular y la comida que los meseros repartían en charolas.
Después de unas horas, todos parecían conocerse y bailaban unos con otros para dejar de ser desconocidos, extraños, extranjeros, o simplemente esos, para ser ellos, nosotros, tú y yo.
Alberto Roblest