Ya no estamos esos cuatro que viajamos
en busca de la claridad y la salvación.
La vida apegándose a sus muros de cal, a su paso.
Mi padre no tenía aún mi edad, mi madre era muy joven.
Como una burbuja de esperanzas íbamos
en peregrinaciones hacia el norte.
Houston, Nueva York, Montreal, trenes, aviones,
hoteles metafísicos con vacas alzadas a la entrada
albercas en los pies de la cama
cuerpos negros brillantes y sedosos,
y todo novedad.
Ana Luisa en su jirafa con ruedas, pequeñita,
persiguiendo un mundo que ya no alcanzaría
y en el que nos conduce.
Ibamos cruzando el cañon hacia el Empire,
arreando un sol por los desfiladeros de Nueva York,
hasta caer dormidos entre cabezales oscuros.
Y en el envés mis padres
relucientes en vida adulta
hacia el amanecer juntos de nuevo.
Agua de infancia.
Todo el itinerario en mi regazo.
Como el tren a Montreal,
en un último vagón por bosques aprehendidos,
abrazados,
viendo cómo se iba el paisaje
desde la barandilla
y venia siempre.
— Pedro Serrano
(Del nuevo libro de destacado poeta Pedro Serrano, Trapiches. Colección Viernes de Poesía. Ed. Universidad Nacional de Colombia. 2012.)