By hola | Published | No Comments
De nuestra gustada sección: LEER DC, desde la cual promovemos la lectura entre la comunidad latina de Washington a través de reseñas de libros que se pueden encontrar en las Bibliotecas Públicas del área metropolitana.
Más que outsiders estos personajes son dos excluidos por la sociedad de un pueblo pequeño. Ella porque ha trabajado en un burdel y por tanto es una mala chica, y él, porque es un cojo de no muy buen ver qué toma hasta caerse y cae mal con más de uno. Aunque por supuesto es un hombre decente, pues trabaja en el cine, y es quien se hace cargo de la programación, de la seguridad y el boletaje de este cine particular.
El crimen del cine Oriente, es una novela realista de muy buena factura, aunque no falta de magia. En esta dimensión, la mujer, empleada como prostituta en un antro de mala muerte, logra escaparse de su triste vida y se refugia en el cine. No precisamente de esta forma, pero va al cine donde se encuentra al encargado del Oriente, de quien se hace amigo y después amante. Digamos que se enamoran, pero como ambos conocen la decepción, y como en las películas románticas, todo apenas se sugiere.
El encargado del Oriente vive en la parte superior del cine, en un pequeño departamento qué tiene una ventana hacia un callejón y una cocina pequeña pero funcional que ella hace suya durante unas semanas. María se queda a vivir con Juan; para un solterón empedernido, una mujer en la cocina y con buena sazón, es la felicidad; para un tipo solitario como él, la compañía algo nuevo. María a lo único que aspira es a un tipo de vida normal, en la que no tenga prostituirse, humillarse frente hombres desconocidos y serviles; un trabajo decente, un lugar donde dormir. Ambos viven un momento de película digamos. María incluso sueña en casarse con este este hombre cojo y flaco que tiene algunas pesadillas y algunos secretos que no le dejan ser. Un tipo duro, sobreviviente, capaz de mentir y ser violento. Pronto el desencanto se produce, María se da cuenta de que este hombre no es ningún príncipe azul, por supuesto, y ni siquiera un buen partido para casarse dado que no tiene dinero, ni casa y además bebe. A través de una de las paredes pueden escuchar el sonido del filme mientras hacen el amor. Por la cocina, y la cama, la relación va bien, parece se entienden. La novela describe con maestría algunos momentos de ternura entre dos seres solitarios, apartados del mundo, seres maltratados, un poco aislados del resto de los otros seres. Ella porque ha escapado de un burdel y él porque es un perdedor considerado minusválido. Un resentido.
En esas aparece un segundo hombre, un vecino, tipo que la espía desde una bodega enfrente, el portero o velador que desde la puerta sentado en una silla la mira embelesado mientras ella se asoma por la ventana y ve la calle. Ella se percata de los otros ojos, mira de regreso, pasan los días, se siguen espiando, se saludan de lejos.
El cojo en un acto de buena fe contrata a María como boletera. Ya entrados en confianza -patrón empleada- y al saber que ella tiene ciertos ahorros, Juan le pide un préstamo a su prometida, bajo el rollo de que eso hacen las parejas, las familias, etc. María comete dos errores: uno decirle de los ahorros y el otro prestarle dinero. Pronto descubre la estafada; no es la primera vez que un hombre le han sacado dinero, abusado de sus sentimientos, de sus besos, de su ingenuidad.
Con la aparición del segundo hombre nos encontramos frente a un triángulo amoroso. El velador y María se hacen amigos a distancia, se saludan, se coquetean y podría decirse que se enamoran platónicamente en una de esas cosas raras de la vida. Juan no es tonto y se da cuenta. María evalúa, la verdad está un poco confundida, no sabes si realmente ama al cojo, o solamente está con él porque es conveniente, porque aquel sitio tiene una cama cómoda donde descansar, una estufa donde calentar agua. Juan también tiene sus planes, un dinerito extra no le caería mal. ¿Quién de los tres matará a quién? Resulta en el fondo el embrollo de esto que es una película que se repite dentro de una novela, y termina hablando del cine y de las películas.
El crimen del cine Oriente, Javier Tomeo. 1a ed. 1995. Ed Plaza y Janes Editores. Barcelona.
Alberto Roblest