By hola | Published | No Comments
La película de El Conde de Pablo Larraín es una obra singular, se trata de una farsa brutal donde el vampiro es nada menos que el sanguinario Augusto Pinochet. El dictador chileno que hizo barbaridades de todo tipo contra los ciudadanos de ese país; no sólo violando los derechos civiles y humanos, sino que además se enriqueció de una manera obscena, como todos los dictadores suelen hacer.
El filme, en blanco y negro, es sin duda una referencia obligada a Nosferatu, la película de vampiros por excelencia, aunque también a los primeros filmes del conde Drácula; aquel personaje histórico parte mito, y parte ficción, aunque de cualquier forma barbárico ser de las tinieblas sediento de sangre. En los libros de historias se recuerda a este conde como un ser sin corazón, ni alma que empalaba a sus víctimas y las hacía sufrir hasta la muerte. El conde de la película de Larraín no se queda atrás, con la diferencia que este oscuro personaje fue un hombre real, de carne y hueso que gobernó un país con mano de hierro durante dos décadas del siglo XX, apoyado por los USA y su mano sucia, claro, la CIA. El filme es en parte una biografía de este vampiro que realizó el golpe de estado en 1973 en Chile contra el presidente democráticamente electo, Salvador Allende.
El filme se mueve en escenarios grandes; vacíos, desolados espacios del desierto en el que vive el protagonista; el “reino” de este monstruo está siempre cubierto de neblina, como el escenario de muchos de los personajes oscuros de la noche. Asesino sin compasión, brutal y sangriento, el Conde se prepara licuados de corazón, sale a cazar en las noches, como solían hacerlo sus escuadrones de la muerte, los temibles agentes que asolaron a la población chilena con el pretexto de atrapar “opositores”, críticos, marxistas; estudiantes incautos, chicas idealistas, ciudadanos inocentes que pagaron las barbaridades de este excéntrico criminal, ladrón político llamado Augusto. Los escenarios vacíos sugieren la historia de la tristeza, un Santiago en brumas, apagado por el miedo, convertido todo en el desierto del terror.
En la historia desfilan, además del Conde, su bruja esposa acomplejada, y obviamente la familia de pequeños vampirillos que saciaron su sangre hasta quedar exhaustos. Juniors al fin, cínicos tal cual, aceptaron sin ningún asomo de preocupación su participación en el saqueo, y el abuso a un pueblo como lo fue el pueblo chileno, durante los veinte años que duró la dictadura brutal de este hombre.
Algunos escenarios son surreales, algunos otros son sencillamente brutales. Sangrienta, sin ser sangrienta, dado que es blanco y negro, y brutal, con apenas algunas escenas de violencia, el filme no solamente critica el abuso de este sanguinario dictador, sino también la participación de sus socios, almas sin corazón todos, entre ellos por supuesto la iglesia católica chilena, los empresarios que se beneficiaron con las dádivas que este vampiro chupa sangre les otorgó y los políticos de derecha. En una de las escenas, Augusto dice: “no soy un ladrón, los ladrones son los que roban lo ajeno, no aquellos que utiliza el poder para enriquecerse”. El auto elogio al dictador, su pandilla que lo felicita y le es fiel; él, un conde que no se refleja en el espejo, gracias y a costa del espíritu humano. Un filme valiente y crítico que pone en la picota no sólo a Pinochet, sino a sus secuaces y a sus cómplices, entre ellos la iglesia católica que se benefició tanto como los empresarios que lo apoyaron.
En un punto vemos al decrépito vampiro, ya anciano que ha dejado de chupar la sangre directamente de sus víctimas, pues carece de dientes y esto lo ha debilitado. Frente a su imagen el anciano envejece y a pesar de lo sucedido sigue negando la realidad del desierto que ha creado. Los silencios en el filme también son importantes. Sus súbditos más cercanos, asesinos todos, dado que también metieron las manos en la maleta del dinero, y sacaron lo suyo, con sus manos escurriendo sangre, han desaparecido. El dictador abandonado, la soledad como un fantasma.
Producido por Netflix, El Conde es buen ejercicio de denuncia, pero también es una farsa trágica, sin duda llena de humor negro que en ocasiones genera lo impensable, lo inimaginable, o lo que sencillamente es tan brutal que resulta increíble… Particularmente en un momento donde la democracia está en peligro, no sólo en este país, sino en otros países del mundo, y donde el fantasma de la dictadura vuela sobre nosotros, y sobre algunos otros países de Latinoamérica.
El Conde es un filme actual que invita a la reflexión
El Conde, 2023. Dirección: Pablo Larraín. Historia: Guillermo Calderón y Pablo Larraín. Cinematografía: Ed Lachman. Producción: Juan de Dios Larraín. Distribuido por: Netflix. Actúan en los roles principales: Jaime Vadell, Gloria Münchmeyer, Alfredo Castro.
Alberto Roblest