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El año de la peste

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En estos momentos difíciles -se ponen de moda-, por decirlo de alguna forma, filmes y libros de pandemias, plagas y enfermedades virulentas. El filme que reseñamos a continuación puede verse en línea y viene al caso, dado que los sensatos deberíamos todavía estar en casa consumiendo tiempo mientras pasa lo peor. Decidimos reseñar este filme no sólo por las razones arriba mencionadas, sino porque reúne el talento de varios escritores y un experimentado director sui generis, además de un premio nobel.    

La historia de la creación de esta película mexicana es singular. Gabriel García Márquez le propuso a Felipe Cazals que hicieran una película de anticipación. El director aceptó gustoso. Un mes más tarde, el escritor le llamó por teléfono para comentarle que sabía lo que harían: “Vente para Barcelona, lo tengo listo”. Cuando Cazals llegó a España, el Gabo le dio su guion de “El año de la peste”, basado en el libro de Daniel Defoe, “Diario del año de la peste (1722)”. El libro es un relato que con mucha aspereza describe los hechos que sucedieron durante la epidemia de peste bubónica que azotó Londres y sus alrededores entre 1662 y 1666.  El Gabo también le comentó a Cazals, “hagamos una película de anticipación. Vete a leer a tu cuarto de hotel el argumento y mañana platicamos.” Al día siguiente, el Gabo le pidió que si aceptaba organizara como se le antojara la película, pero con una condición fundamental: tendría que participar en la creación guionística algún joven mexicano, y le pidió hacer una convocatoria. Los ganadores fueron Juan Arturo Brenan y José Agustín quienes hicieron el guion final. Antes de despedirse, Cazals le preguntó al Gabo que en qué época histórica quería situar la trama. El Gabo simplemente le respondió que eso era el problema del director, él ya le había dado el argumento y además no iba estar en la filmación.                                                                                                                                    

El año de la peste, 1979

La película mexicana situada históricamente en la ciudad de México a mediados de los 70’s, empieza con un hombre de clase media de edad madura colapsándose en un vagón del metro. Aparecen luego unas combis con personal en trajes amarrillos, escafandras de buzo hechas de plástico y en sus espaldas mochila de dando salen mangueras que lanzan en lugar de fuego una espuma que desinfecta las casas, las calles, las fosas llenas de cadáveres. 

Los paralelismos entre la obra de Defoe y la película “El año de la peste” son interesantes. En el texto de Daniel Defoe se narra que en 1664 las autoridades locales intentaron ocultar el número de fallecimientos por la peste para aparentar que la cifra de defunciones era menor, y se dedicaron a apuntar en los registros otras enfermedades inventadas como causas oficiales de defunción. ¿Les suena?

Las autoridades que controlan los medios de comunicación, en especial la televisión, se dedican a mentir. El noticiero televisivo más importante del país anuncia que en la ciudad de México hubo 10 fugas de gas, y que las autoridades han tenido que intervenir. Pero en medio del noticiario el locutor recibe una llamada telefónica del presidente de la Cámara de Gas, desmintiendo la llamada -cualquier parecido con el célebre locutor de noticias Jacobo Zabludovsky de Televisa, es mera coincidencia-.

Los médicos tanto en la obra de Defoe como en la película son centrales en la trama, ya que representan tanto la complicidad con las autoridades en los cuerpos regidores de la profesión en este caso las Academias, como los héroes que curan y tratan de alertar y curar a la población. En la obra de Defoe  el doctor le recomienda al personaje el aislamiento social. En la película, los médicos no están realmente aislados, ni usan los equipos de protección para trabajar tanto con los cadáveres como con los pacientes. Defoe critica que la medicina para los pobres es de mala calidad, y hay charlatanes con pócimas mágica, como la reciente recomendada de tomar cloro u otros productos de limpieza para eliminar al virus.  La función de las elites en ambas es muy parecida, ya que por sus recursos económicos no tienen que residir en las ciudades, el éxodo a sus casas de campo del rey Carlos II, su familia y su corte, o al extranjero como en la película. Los pobres no tienen otra opción que trabajar o morirse de hambre; viven hacinados unos sobre otros en viviendas muy pequeñas. Este hacinamiento se ve representado en la película en las escenas en el conjunto habitacional urbano Nonoalco Tlatelolco. La economía informal se ve representada en los mercados callejeros. Tanto en el libro como en la película, hay desconfianza a las acciones sanitarias del gobierno al mandar rastreadores para entrevistar a los enfermos y a sus contactos. Las protestas populares por el aislamiento y las autoridades eclesiásticas están presentes en ambas obras, en la película se ve en una escena como el populacho apedrea una iglesia al no poder entrar y a la policía reprimiendo tanto a los vendedores ambulantes como a sus clientes quienes se oponen al cierre de los mercados. En el filme se da el destape de la verdad con la muerte del embajador de Noruega. Al llegar el cadáver al país nórdico, la notica de la neumonía mortal se expande por el mundo. Tanto el alcalde de la ciudad de México, como el mismo presidente se ven forzados a reconocer la gravedad del acontecimiento. En un punto vemos al ministro de finanzas preocupado más por el costo económico de la crisis, la falta de turismo y la imagen de México ante el mundo que por la defensa de la población.

Las escenas finales son dantescas ya que los camiones de basura recogen los cadáveres tirados en las calles y las excavadoras mecánicas abren fosas comunes, en las cuales los cadáveres han sido avetados y cubiertos con la espuma desinfectante. La clase media mexicana está representada haciendo compras en los supermercados. Los médicos en el Hospital General de la ciudad de México son los héroes de la película, así como las enfermeras, mientras en los hospitales privados se niegan a ofrecer ayuda pues están preocupados por la imagen ante su distinguida clientela. La cultura popular se ve reflejada por una en un cabaré de mala muerte con sus rumberas, y las canciones de bolero vernáculas mexicanas. Ambas tramas son una crítica a las autoridades que tratan de ocultar la información sobre la epidemia y reprimen a los enfermos como si fueran la oposición.

COVID-19 es una realidad que ha superado la ciencia-ficción, sin embargo, Gabriel García Márquez con su argumento imaginó hace cuatro décadas un futuro de pandemias, distancia social y una redefinición o reflexión latinoamericana del ser humano.

Román Santillán