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Del trópico a Manhattan “oquey”

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Como parte del mes de la Hispanidad, tenemos el gusto de compartir con ustedes la reseña de Trópico en Manhattan, novela publicada por la importante editorial bilingüe Arte Público Press dentro del proyecto: Recovering the US Hispanic Literary Heritage que como su nombre lo indica, recupera la literatura escrita por Latinos en los Estados Unidos desde sus inicios.

Publicado en 1951 este texto conserva la actualidad que requieren las buenas novelas para mantenerse vigentes. Escrito por Guillermo Cotto-Thorner, este libro relata las vicisitudes de la comunidad puertorriqueña en Nueva York, mejor dicho, relata en esencia el nacimiento del Barrio de la gran manzana a finales de los 40s e inicio de los 50s.

En postales que nos ubican en un Manhattan completamente diferente al de hoy en día, observamos los edificios decrépitos de Harlem y el Bronx repletos de personas, las cucarachas caminando por las paredes y los ratones escondiéndose en los agujeros de los edificios de los barrios pobres. Estas postales pérdidas en el tiempo, hoy en día nos traen a la memoria el nacimiento y creación no sólo del Barrio físico, sino también del Barrio imaginario; la legitimación del sentimiento de comunidad y la apropiación de ese espacio no solamente en términos de vivienda, sino en términos de comida, costumbres e idioma. Vemos entonces las bodegas abrirse, las tiendas de ropa especializadas en moda puertorriqueña, las barberías y otros establecimientos qué ofrecen servicios en español y a módicos precios. Pero también, por el otro lado, observamos el nacimiento de una cultura. La piña partida en triangulitos, el coco rallado en los platos de las fiestas, el agua de guaba, el baile, las bodas, los cumpleaños y las simples pachangas espontáneas muy comunes en los países caribeños y latinos donde no se necesita una gran invitación, dado que cualquiera puede llegar a tocar a la puerta con unas cervecitas bajo el brazo, encender la radio al alcance y pasarla bien una buena tarde hablando de lo que se dejó o nos incumbe.

Los personajes, hay de todos, algunos bastante floridos y naturales, otros tristes y recelosos. Por las páginas de este texto desfilan el intelectual, los trabajadores, los profesionistas, los “politiqueros”, el religioso, pero también el lumpen, el bueno para nada, el mantenido por la esposa, la chismosa, el envidioso, el borracho y los que trabajan para enviar dinero a la familia. Con descripciones precisas aunque no detalladas, vemos la llegada de los puertorriqueños a la gran manzana de los grandes edificios y su lenta pero pronta adaptación.

La historia se centra en dos familias, dos parejas: Finí una hermosa mujer de buenos principios y su trabajador marido Antonio; y Juan Marcos y Miriam, un soñador comunitario y su novia inteligente y capaz.

Los casados son felices y se la llevan bien, hasta que aparece por ahí un antiguo enemigo que  por azares del destino, y dado que los latinos tenemos muy buen carácter, termina siendo amigo de la pareja. Este personaje –que no falta en todos los barrios- enamorado de Finí mete la cizaña entre ellos y el desenlace se enfila hacia una barbaridad, pero el amor triunfa y el azar como en toda buena historia, le da su merecido al traidor. La historia de Juan Marcos y Miriam, pareja de solteros jóvenes que se conocen en Nueva York y se enamoran ahí, aunque ambos son de Puerto Rico, se finca sobre una relación amistosa que los lleva al enamoramiento. Juan Marcos es un idealista, pero también tienes bastante perspectiva y sabe que la cultura es importantísima para que el barrio sobreviva, porque un barrio no nada más son tiendas y peluquerías, olor a plátanos fritos a través de las ventanas, sino también es el lugar donde la gente aprende, se desarrolla y comparte conocimientos, historias y vida. Es por esto que se le ocurre fundar un Centro Cultural y todo va bien, la gente comienza a asistir y la cultura y el idioma establecen el vínculo, pero como siempre ocurre, empiezan las chismes, el dispute de poder, la desazón religiosa; llegan los politiquillos queriendo jalar agua para su molino y como también suele suceder, la intriga termina con las buenas iniciativas, así que nuestro personaje decide dejar el proyecto en manos de otro, por consejo de Miriam, y continuar con su trabajo en la biblioteca de la ciudad… Aunque la semilla está plantada.

La tensión dramática tiene sus subidas y bajadas, sus sinsabores y sus momentos espectaculares, festivos pero también desdichados. Aparecen valores como la honradez, la lealtad, la amistad, la fidelidad y sus opuestos. Así somos testigos de estos personajes que se mueven en ocasiones con cierto problema en la ciudad de los grandes edificios, y en algunas otras, con más que desconfianza en la cultura anglosajona, la cual no entienden pero que están a punto de asimilar para su bien y sobrevivencia. Entre los que añoran regresar a la isla del Edén, donde no hay trabajo, y los que saben que es mejor olvidar y enfrentar su nueva tierra y adaptarse a ella lo más rápido posible. Llevado con tonos musicales el spanglish surge por aquí, por allá, dando altas tonalidades a esta canción que sale de una ventana, inunda la ciudad y pone a todos a bailar al ritmo de este nuevo idioma, dado que el habla es la forma de adaptación de un lugar; no sólo la apropiación de la realidad, sino las dos formas de nombrar a las cosas para entenderlas; la traducción y la mezcla en la fusión de dos lenguas. Es entonces que el trópico y las palmeras tropicales surgen en las avenidas para dar frutos. “Por ser políticamente americanos, y de sangre tradicional hispana, no somos ni gringos ni jíbaros, sino una mezcla indefinida de características a veces opuestas”.

Trópico en Manhattan / Manhattan Tropics, (edición bilingüe) Guillermo Cotto-Thorner. Editorial Arte Público Press 2019.

Octavio Lasañe