By hola | Published | No Comments
Este año se cumplen dos efemérides importantes, por llamarlas de alguna forma, que son la llegada de Hernán Cortés a México (1519) y el centenario de la muerte de uno de los héroes más queridos por la sociedad mexicana: el revolucionario Emiliano Zapata (1919). Por un lado el conquistador que masacró a cientos, quizá a millones de indígenas en una forma sistemática, y esclavizó a los hombres y mujeres de esta parte de la tierra conocida hoy como México, con la ayuda de la Iglesia, claro. Por el otro, el revolucionario de los pobres que se levantó en armas en contra de la dictadura y comandó a los Indígenas y a los campesinos en pos de la igualdad, el respeto y la dignidad.
La herencia de Cortés, a pesar de lo que digan sus admiradores, fue justamente el desprecio a las personas de color, a los hombres y mujeres naturales que de acuerdo a los europeos no tenían derecho a nada más que a trabajar, ser esclavos y objetos sexuales. Las motivaciones principales del conquistador fueron por supuesto el enriquecimiento -más que la aventura y el legado-, y la sumisión; más que el acervo. Dos hombres, dos tiempos, dos símbolos, dos mentalidades, dos extremos.
Colocar a los conquistadores en calidad de padres de la patria, es sencillamente tan ridículo como elevar a los esclavistas que trajeron a los africanos encadenados de los pies y del cuello a América, como los ascendientes de los afroamericanos. Como los “civilizadores” de aquellos que subyugaron a las personas para su propio beneficio y se saciaron de la integridad de estos seres humanos a los que calificaron de inferiores y de entes sin espíritu e inteligencia sólo por tener la piel oscura y hablar otro idioma.
La hermosura de Madrid y la grandiosidad de otras ciudades españolas se debe justamente al oro que se llevaron de América, dígase México o Perú, pero también y no hay que olvidar que estas ciudades están adornadas con la sangre, el dolor y la muerte de los indígenas de esta parte de la Tierra.
En el otro extremo tenemos a Zapata, en su caballo comandando a todos estos sombrerudos con huaraches –y a las Adelitas- que cansados del desprecio y el abandono se alzaron en contra de la injusticia y el sometimiento. Zapata representa al inconforme, por eso es que no es paladín de las élites de los países de Latinoamérica que se identifican más con los blancos y los poderosos. Zapata nos enseñó que el derecho se obtiene peleando, protestando, lanzando gritos y enfrentándose en contra del abusivo y el tirano; el salvaje que nos quiere dominar y nos quiere meter en la cabeza de cualquier forma que todos los oscuros no valemos nada y somos inferiores. Zapata está a la estatura de hombres como Martin Luther King, o Mahatma Gandhi, y vivirá para siempre en el imaginario social de los que han sido esclavizados y sufren hoy en día el desprecio de los poderosos y las élites de los países en los que habitan. Para las comunidades indígenas en las montañas, Zapata personifica la libertad; la tierra, el agua, el cielo que se respira. Mientras Cortés, representa el abuso de poder, el desprecio y el odio.
Zapata fue y será el héroe de los desposeídos, de los débiles, de los que están expuestos a la represión, a la exclusión y al racismo. Zapata es el lado opuesto de la moneda que este año da vuelta sobre la mesa, pues es un personaje histórico de una integridad única. Uno de esos hombres preocupados por los de abajo, los aplastados por la bota del abusivo, los que no han tenido la oportunidad de desarrollarse dado el sistema injusto donde la opresión y el poder son la regla con la que se mide el éxito. Uno representa la oscuridad de la historia, y el otro, la luz a que aspiramos todos en un mundo que sigue debatiéndose en la desigualdad.
Nadie niega hoy en día que el mestizaje es parte de la herencia de América Latina y que la influencia entre los dos mundos fue recíproca. Nadie niega tampoco que si hablamos español no es por gusto; por el sonido de las erres, o por lo bonito de la eñe, sino porque fuimos obligados a hablarlo, dado el desprecio a las civilizaciones “americanas”, a la cultura de los pueblos originales y los lenguajes indígenas.
Los españoles quizá no nos educaron el racismo, pero lo fomentaron y lo dejaron como semilla en sociedades segregadas que hoy en día siguen debatiéndose por tener derechos de igualdad.
Estos dos personajes de la historia americana coinciden este año. Uno representa la dignidad y el otro la barbarie. La barbarie puede estar vestida con ropas elegantes, hacerse la importante y vivir en grandes castillos o grandes casas. Pero eso no le quita la estupidez, la cerrazón y la falta de concepto. La dignidad puede estar viviendo en una casa de cartón, puede estar descalza y puede estar comiendo apenas la comida más simple del menú, pero la dignidad tiene los ojos limpios, la mirada amplia, la frente en alto y el corazón palpitando fuerte en el pecho.
Para muchos el día de hoy se celebra la llegada de la barbarie a América; de la esclavitud, el dolor y de la muerte.
Dicen que Zapata no ha muerto, dicen que Zapata vive, que está ahí presente como un espíritu susurrándonos al oído y diciéndonos constantemente que todos los hombres somos iguales, que todos tenemos los mismos derechos, que nadie es superior a otro y que la esclavitud y la injusticia no pueden ser permitidos, y que tenemos que luchar por la equidad así sea a costa de nuestras vidas.
Alberto Roblest