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La semana pasada falleció Carlos Martínez Rentería (1962-2022). Poeta, periodista, editor, bohemio y promotor contracultural. “El beatnick chilango”, como le decían algunos, amigo de Ferlinghetti, de Gómez Peña y de otros grandes artistas.
A lo largo de su carrera coeditó y coordinó 15 antologías, fue colaborador en diversos diarios importantes y revistas. Publicó los poemarios: Barbarie (Editorial Moho, 2011), De las mujeres y el no tiempo (Sindicato de Editores Independientes, 2013) y Polvos Blasfemos (Amargord, Madrid, 2014).
Dirigió el Congreso Nacional de Contracultura (2003- 2013) y fue activista por la despenalización de las drogas. Perteneció al consejo editorial de la revista “Cáñamo” y tenía una columna en el diario “La Jornada”. Un tipazo. Fuimos amigos, nos alocamos, bebimos, visitamos hoyos fonkies, bailamos y pasamos tiempo juntos en tugurios perdidos en la jungla del DF. A él todo el mundo lo conocía, lo estimaba. Lo mismo en su barrio de la Roma, que en el tianguis del Chopo. Lo mismo en una cantina rascuache que en una pulquería de lujo. Sus cuates eran tribus de poetas malditos, performanceras, periodistas borrachos, pintoras y chicas incomprendidas, punketos, músicos, grafiteros, alguno que otro desquiciado, trolos y pachecos. Le gustaba el rock & roll y las largas noches de debate. Se consideraba a sí mismo un periodista cultural, pero también un promotor de la vanguardia. Rentería llegó a ser un pilar de la contracultura mexicana.
En sus propias palabras definió a la contracultura “…como el espacio simbólico para nombrar las nuevas expresiones artísticas que no son aceptadas dentro del consenso de la cultura oficial de una época determinada”. Sobre todo, en un país como el México tenebroso de los 80s-90s, cuando echó a andar su proyecto de vida, al que bautizó como: “Generación”. Dirigió esta revista por 33 años, en ella se formaron un batallón de escritores, periodistas, fotógrafos, ilustradores, activistas y ensayistas. Muchos artistas rechazados por el “mainstream” ahí publicaron sus obras censuradas, sus fotos raras, sus monitos politizados, sus diseños futuristas. La escena autogestiva mexicana encontró un aliado en Carlos que siempre apoyó a las editoriales independientes, a los grupos de música sin representante, a los chavos del barrio, a las tocadas en favor de una causa justa, a las expresiones alternativas que estaban sucediendo en la provincia.
Tuve el gusto de participar en varios de sus eventos, el ultimo fue en una pulquería donde me bebí dos tornillos, íbamos a leer poesía, que digo a gritar bien inspirados, como le gustaba. Salud hermano y que un coro de ángeles te esté dando serenata.
Un gran abrazo maestro.
Alberto Roblest