By hola | Published | No Comments
Estamos siendo testigos de una de las más grandes extinciones de flora y fauna a nivel mundial producto del cambio climático, y la obcecación de quienes se aferran -por intereses económicos, claro- en negar que el uso de la energía fósil contamina, y está acelerando el proceso de muerte. Se habla de la extinción de algunas especies tales como el gorila, la ballena, el oso, el elefante, el rinoceronte, o el tigre, sólo por mencionar. Aunque también están diferentes tipos de aves, peces pequeños, e insectos de los más variados. Algunos de ellos incluso poco “cute” y casi desconocidos, como es el ser que nos compete en esta colaboración: el ajolote.
El ajolote, del náhuatl axolotl, es un animal americano que mide alrededor de 15 centímetros de longitud total, siendo raros los ejemplares que miden más de 20 cm. Se caracteriza por tener tres pares de branquias, las cuales salen desde la base de su cabeza y van hacia atrás; ojos pequeños, piel lisa, boca grande; una cabeza que se pega al cuerpo y patas cuyos dedos son finos y puntiagudos, pero que no desarrollan uñas, y al contrario que la mayoría de los anfibios, no pasa por un proceso de metamorfosis. En un principio se le confundió como ejemplares larvas de la salamandra.
Es endémico y se encuentra en peligro crítico de extinción por la contaminación de las aguas en las que vive, más concretamente del sistema de canales de Xochimilco en la Ciudad de México. Pero también por la introducción de especies de peces que compiten por la comida o lo depredan. Otras causas de su grave situación, incluyen la sobreexplotación y captura como alimento; por sus supuestos usos medicinales (no constatados científicamente); y para el comercio de mascotas. Antes de que sus poblaciones se vieran fuertemente disminuidas, habitaba todo el complejo lagunar del valle de México, incluyendo los lagos de Texcoco y Chalco.
En lo que se conoce ahora como México, hubo un pequeño animal mitad anfibio, mitad terrestre, conocido como ajolote. Era un ser que habitaba en esa sociedad hidráulica; la cual se movía en lanchas de un extremo a otro, pasando por barrios, ciudades y pueblos que conformaban lo que alguna vez se conoció como el Imperio Azteca.
Está documentado que todos los pueblos de la antigüedad tenían sus diferentes animales totémicos; esto es, animales que eran sagrados; dignos de admiración por determinado atributo o por determinadas cualidades, funciones o aspecto. Algunos pueblos incluso mantienen esta devoción hoy en día; como en el caso de la India y su relación con las vacas. En ciertos lugares de África también respetan a determinados animales; a los cuales no tocan para comerse y a los cuales siguen ofrendándoles un tipo de veneración ancestral que en más de las ocasiones conlleva un sentido religioso o mágico.
La historia del ajolote se remonta a tiempos inmemoriales y está documentado en varios códices, como en el Florentino. En la literatura erudita apareció en 1615 en un libro de historia natural, y más tarde se hicieron numerosas publicaciones sobre este animal, hasta que doscientos años después recibió un nombre científico.
El ajolote es un ser muy pequeño, si se le compara con otros animales de su época, pero con cualidades que los Aztecas estimaban, pues era un animal que se adecuaba a los diferentes situaciones y cambios ambientales que se iban presentando durante el año. Salía del agua cuando esta escaseaba, entrada al agua cuando había demás, y podía cambiar de color, nadar o andar y sobrevivir inclusive a otros animales más grandes que pretendían comérselo.
Con una apariencia nada agradable, según nuestros cánones contemporáneos -acostumbrados más a los animales hechos por Disney-, se piensa es el antecedente de algunos animales prehistóricos, los cuales como sabemos se fueron haciendo más pequeños para poder sobrevivir en un ambiente menos favorable y con menos recursos.
Originario principalmente de lo que fue la Cuenca de México, este animal representó muchísimo para las culturas del área que tenían mayor respeto al medio ambiente y a su entorno; al cual dejaban desarrollar, en lugar de depredarlo en aras del progreso, la acumulación y el billete. Y se integraban a este de manera orgánica.
De los bancos y de sus cajas fuertes no crecerá nada, más que avaricia… y muerte.
Alberto Roblest