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César Vallejo es uno de los poetas fundacionales de la poesía latinoamericana del siglo XX. Trilce sin duda es una obra maestra, y en opinión de muchos su mejor obra. Publicado hace 100 años, Trilce continúa siendo alucinante, por usar una palabra para describir este libro de poesía, considerado en su momento de vanguardia y hoy en día único. A continuación, un ensayo de nuestro amigo y colaborador César Espinosa.
César Vallejo es hoy por hoy un gigante de la literatura latinoamericana. Mucho se ha escrito en torno a este autor originario de Perú, en torno a su obra, e incluso en torno a su personalidad “dubitativa”. Lo que es un hecho es que este poeta fue amigo no sólo de personajes de la talla de Picasso o de José Carlos Mariátegui, sino de revolucionarios, anarquistas y surrealistas. Este ensayo es en homenaje a una obra tan enigmática como su autor: Trilce. Concebida, por cierto, en la prisión de Trujillo mientras su autor cumplía una temporada, acusado de instigador.
El vanguardismo de Vallejo en Trilce está ligado a la experimentación verbal, a las rupturas de la norma lingüística y a las búsquedas inauditas dentro de lo que E. Coseriu llamaría las infinitas posibilidades del sistema. A pesar de que en su momento Trilce pasó desapercibido, su valor literarios logró ser reconocido con su reedición en España años después (Madrid, 1930), con el famoso prólogo de José Bergamín.
Entre 1918 y 1925 Perú ofrece unos resultados culturales dispersos, la “república de los poetas” y la crítica prefiere lo tradicional y se opone a los cambios que se ven venir no sólo en el arte y la literatura, sino en lo social. Lima, entonces, parecía transformarse rápidamente debido a los adelantos modernos, pero el cambio era ilusorio pues se asentaba sobre una sociedad inmovilista por el peso de su tradición colonial. Como en otros países, también en Perú cosmopolitismo y nacionalismo eran los dos pilares sobre los que se asentaba el vanguardismo. Ambos con sus contradicciones y ambigüedades. En esos años se publican los dos primeros libros de Vallejo: Los heraldos negros (1918) y Trilce (1922). Y paralelamente sale la publicación de la revista: “Flechas”, de vocación decidida, misma que agrupó a un grupo de escritores parcialmente vanguardistas, o en ciernes, entre ellos a Alberto Hidalgo autor de su unipersonal «ismo», el simplismo. Uno de los matices del vanguardismo peruano es el intento de reproducir a través de la palabra la plasticidad visual. Y lo hacen con representaciones caligramáticas o descripciones con propósito cinético en la búsqueda de nuevos formatos gráficos. Un paso adelante lo significó Juan Parra de Riego (1894-1925) que abandonó el modernismo por las vías del humor, del maquinismo y del deporte. Su «Polirrítmico dinámico de la bicicleta» (1922) debe mucho al furor futurista, aunque tampoco tuvo demasiado eco, es decir fue ignorado. En esos años exponen María Ángeles Vázquez. Carlos Oquendo de Amat, Gamaliel Churata, Xavier Abril, Martín Adán, Emilio Adolfo Westphalen, Alberto Hidalgo y César Moro. Ellos al frente de otros artistas asumirán la vanguardia peruana, sustentándose en gran medida en la amplia cantidad de publicaciones de revistas literarias y culturales de la época. De acuerdo con Lauer, los procesos de creación de una esfera independiente del arte se dan simultáneamente con la experiencia vanguardista, que no es otra cosa que un cuestionamiento a la institucionalidad del campo artístico, al sistema de ese momento. Es por esa que la modernidad y la crisis de la modernidad están imbricadas íntimamente en el proceso de creación, constantemente.
Trilce se revaloriza en su patria y se convierte en un paradigma, ya para cuando el poeta ha abjurado de sus afinidades con la vanguardia anterior. Un definitivo viaje a Europa donde Vallejo traza el desarrollo de la escuela surrealista y su vinculación al pensamiento anarquista debido al carácter nihilista de este último; finalmente, aborda la vinculación del surrealismo con el marxismo. Esta adhesión es vista como exenta de toda autenticidad, pues Vallejo piensa que los surrealistas no variaron, sustancialmente, sus métodos cuando se sintieron cercanos al pensamiento de Marx. Enfocado a la ortodoxia marxista, Vallejo le niega –algo injustamente– toda originalidad al movimiento de Breton y remarca que éste construye baladíes juegos de salón, es decir, ejercicios lúdicos muy cerebrales. Se aparta de los surrealistas, muchos de sus escritos se vuelven críticos.
En “Autopsia del superrealismo”, Vallejo evidencia su rechazo a las escuelas literarias porque éstas plantean triviales fórmulas “en vez de devenir austero laboratorio creador” y ofrecen “una receta más de hacer poemas sobre medida”. La fiesta ha terminado. El surrealismo, para Vallejo, no constituye una excepción a la regla ni representa aporte constructivo alguno. La doctrina surrealista, según el autor de Trilce, ya se halla en el pensamiento de Guillaume Apollinaire. (Fernández Cozman, 2006). La pelea con Breton se pone fea. Publica en varias revistas tanto en Europa como en Latinoamérica. Viaja a la URSS, regresa a Francia, se mueve a España, después a Italia, regresa a París donde fallece la edad de 46 años.
En la famosa antología Los Nuevos (1967), en torno a las generaciones poéticas peruanas, Rodolfo Hinostroza declara: “Vallejo no es un poeta, Vallejo no es un hombre, Vallejo es un mito”. O bien, como afirmaba el crítico Abelardo Oquendo: “Vallejo es como una pistola al cinto”, en el sentido de que nos brinda un equipaje primordial. Trilce es un aquelarre al lenguaje, a la sintaxis, a la lógica.
“Jamás, hombres humanos, hubo tanto dolor en el pecho, en la solapa, en la cartera, en el vaso, en la carnicería, en la aritmética! Jamás tanto cariño doloroso, jamás tanta cerca arremetió lo lejos, jamás el fuego nunca jugó mejor su rol de frio muerto!…”
Trilce quedará en la historia como libro vanguardista inclasificable.
César Espinoza
César Espinosa
Profesor, editor de publicaciones, promotor de poesía experimental, precursor e investigador mexicano autor de una veintena de libros y ensayos, creador de poesía visual y arte de la palabra.